18/4/14

La propia vida: único ejemplo y mejor maestro

Las palabras de un gran instructor es lo de menos en su enseñanza; el efecto que produce su vida nunca puede compararse al de sus palabras. Ellos son los que despiertan una nueva vida, que en ellos es plenamente consciente y que en sus semejantes despunta de una manera vaga.

Aunque la doctrina que enseñen con palabras se encuentre en enseñanzas anteriores, es empero completamente nueva, porque ellos la viven de una manera que nunca pudo vivirse antes. La cosa nueva que despiertan es una clase de vida, no una doctrina. Ellos despiertan en el hombre una nueva facultad, una nueva respuesta a la vida, y hacen esto por medio de su misma vida, por medio de lo que ellos son.

Cuando los discípulos tratan de propagar su doctrina, es síntoma seguro de que la vida se está perdiendo ya. Los que cooperen en la labor del Despertar, deben vivir una nueva vida, y no enseñar una nueva doctrina. Enseñar es primordialmente vivir.

Las doctrinas, los libros y las conferencias sin la vida de la cual son chispas no tienen objeto. Las palabras de Jesús hubieran carecido de sentido, hubieran sido impotentes, sin el ejemplo de su vida no hubieran subsistido.

Por lo tanto, la labor suprema del Despertar es vivir una nueva vida. Lo que debemos enseñar a los demás no es una repetición de palabras, ni mucho menos nuestra poca estima hacia quienes no comprenden, sino nuestra propia vida.

El arte de la vida tiene que ser nuestra actividad creativa. No hay arte más exigente que este arte de la vida; nuestros pensamientos, sentimientos, palabras y acciones forman todos parte de nuestra nueva creación. Porque es la creación lo que es capaz de afectar a los demás, de despertar la vida en ellos. Así podremos enseñar, así únicamente.


(J.J. Van Der Leeuw en “La vida, el único instructor”)

No hay comentarios: