6/1/11

Ciencia espiritual es conciencia de unidad

“Hay en verdad dos cosas diferentes: saber y creer que se sabe. La ciencia consiste en saber; en creer que se sabe está la ignorancia. Mas las cosas santas, sólo a los hombres santos se revelan y le está vedado comunicarlas a los profanos, en tanto que en los misterios de la Ciencia consigan iniciarse”. Hipócrates



El hombre que vive sin jamás meditar hacia dónde va, se sirve de una ciencia  que considera que todo es materia, y mas allá de la materia prima esta el vacío, la nada; desconoce (o ¿prefiere ignorar?) completamente los efectos y consecuencias de sus acciones sobre el plano de lo sutil, espiritual o cuántico. 

Se ignoran los principios que rigen la vida en  el universo: todo esta vivo, todo es mente, todo es conciencia en diferentes grados y por lo tanto todo esta íntimamente relacionado y es inter-dependiente. Todo es de la misma sustancia básica que el universo. La única diferencia entre la materia y el espíritu es su grado de vibración.

Así, hay un abismo entre la perspectiva de la ciencia clásica y de la sabiduría espiritual. En su conjunto la ciencia actual (como entidad abstracta) no va a cambiar su perspectiva si no cambia primero la perspectiva y la consciencia del  hombre. La Tradición Espiritual  nos alerta y nos alienta una y otra vez, en diferentes lenguajes y por diversos canales a elevar nuestra perspectiva, ¿cuánto nos llevará?, ¿deberemos sufrir una catástrofe in-imaginable para que algo finalmente nos despierte y movilice? (y no sería la primera vez).

Como lo explica el Principio Hermético del Mentalismo (todo es mente), nuestras creencias y pensamientos colectivos sostenidos por mucho tiempo generan una consciencia común, y como formas de energía que son, producen realidades concretas, y no es muy difícil de imaginar como pueden afectar a la vida del hombre y a la naturaleza la concentración en un lugar de una gran cantidad de pensamientos negativos.

Nada en el Universo es casualidad, todo tiene un sentido y obedece a las Leyes. Los actuales cambios climáticos, con el marcado retroceso de glaciares, la desaparición de  enormes masas de hielo en la Antártida y el polo norte, y la progresiva extinción de especies vegetales y animales,  no son  un capricho de la naturaleza, se deben a la ignorancia del hombre. Y las fuerzas sutiles deberán actuar para de alguna manera contra-restar los daños producidos por la intervención humana en el orden natural de la Tierra. 

Las fuerzas de la naturaleza siempre tratarán de restaurar el equilibrio perdido, esa es su misión y no pueden elegir otra cosa. El hombre, según su grado de libertad o consciencia, puede elegir cuidar y respetar la vida y la naturaleza o ignorarla y destruirla.

“Esas leyes que el Todo quiere que rijan no pueden ser desafiadas o transgredidas. Mientras subsista el Universo subsistirán, porque aquel existe en virtud de esas leyes, las cuales forman la trama o esqueleto en que el Universo se apoya”.

“Hasta el Maestro más grande y el ser más elevado deben inclinarse ante la Ley y son como nada ante los ojos del Todo.”(El Kybalion, Tres Iniciados)

La conciencia de unidad, la percepción  que no estamos separados de los demás, ni de la naturaleza ni del universo es un principio básico de toda la tradición espiritual,  y aquello que desde siempre  los grandes maestros han intentado inculcar. La llamada iluminación no es otra cosa que el despertar absoluto de la conciencia de lo que ya somos: Uno con el Todo.

La física cuántica esta empezando a re-descubrir que por ejemplo: “la tan anhelada objetividad no existe, lo observado no esta separado del observador;  solo podemos esperar ver aquello que nuestras teorías y creencias nos permiten ver y comprender; una misma partícula puede estar en dos lugares al mismo tiempo; la energía se puede comportar como partícula (objeto o cosa física) o como una onda, invisible”. Son  enunciados que los textos sagrados y los grandes maestros nos dicen en un lenguaje simple y a veces metafórico desde hace eones.

Lentamente, pensadores y científicos de primera línea van más allá del concepto de materia y energía buscando un principio primordial, acercándose un poco más a la percepción de unidad de la vida y de una ciencia espiritual.

“Quiero saber como Dios creo este mundo. No me interesa éste o aquél fenómeno en el espectro de éste o aquél elemento. Yo quiero conocer Sus pensamientos, lo demás son detalles”. Albert Einstein

La Tradición Espiritual Primordial nos dice  que  la Gran Obra del Universo es el resultado de Leyes y Principios de una Gran Ciencia Espiritual surgida de la mente del Todo.

Hace al menos cinco mil años  Hermes Trismegisto, o Thot, enunciaba en Egipto uno de los grandes principios universales, el Principio de Correspondencia: “Como es arriba es abajo, como abajo es arriba”, es decir que lo que sucede a escala infinitamente pequeña, como los fenómenos cuánticos a nivel del micro-cosmos del átomo y las partículas, también sucede a escala infinitamente mayor, como en la formación de estrellas y planetas a nivel macro-cósmico, y que aparece representado simbólicamente en la geometría del sello de Salomón.

En todo tiempo y lugar la sabiduría espiritual apunta a lo mísmo: “una realidad mayor que existe incluso antes que el Cielo y la Tierra” (el Tao), y de la cual nuestra vida  en la Tierra es apenas un  reflejo, como una ilusión en tanto la consideremos como una única realidad separada.

Si podemos re-conciliar la paradoja, que  desde la limitada percepción humana es in-evitable como necesario, de estar separados de todo lo demás, , podemos llegar luego a experimentar plenamente el éxtasis de la unidad con el Todo, o como dice el Vedanta: “¿cómo podríamos ser conscientes de la dualidad si no fuésemos al mismo tiempo No-dualidad?”. 

Entonces daremos el primer paso para empezar a sentir que el cielo y la tierra  nos sonríen y nos dan la bienvenida, y que hasta las estrellas podrían abrazarnos, como una madre bondadosa.