Más allá de posibles influencias tenebrosas (que las hay, las hay !!), existe en las
tradiciones espirituales desde la más
remota antigüedad, el principio de responsabilidad personal de cada ser humano
por sus actos. Por su propia consciencia
de pecado serán juzgados dice la Biblia, incluso los que no han recibido la
Ley no tienen excusa: “No se tiene conocimiento que haya existido un ser humano que nunca haya
discernido la maldad de otro”. (Byler Dionisio, el Diablo y los demonios según la
Biblia)
El des-apego en cuanto a las relaciones con los demás, no
consiste simplemente de un alejarse con cierta in-diferencia por las
decisiones, el sufrimiento, la vida y el destino del prójimo, ni tampoco la ausencia de afecto. El verdadero
des-apego, el de los maestros y seres más elevados, consiste en
respetar y comprender con ecuanimidad, amor y compasión el grado de libertad, el discernimiento y el
estado de consciencia por el cual están transitando los demás sin sentirse por
eso ajeno frente a sus padecimientos, teniendo plena consciencia de ellos.
El apego en cuanto afectación o inclinación hacia algo o alguien no sería
en principio algo malo, el problema empieza y por lo general nunca termina,
cuando esta afición se convierte en obsesión y/o posesión. En este sentido
el apego es la materia prima que alimenta y hace crecer al ego. En algunas tradiciones espirituales la posesión del ser por "un espíritu inmundo" se considera una obsesión. Algo muy distinto es la transmutación en pasión pura y profunda que, por
ejemplo, alienta y sostiene al artista que realiza la Gran Obra y a todo sincero buscador de la verdad.
Como instancia psíquica que se re-conoce como yo, el ego suele ser parcial o nula-mente consciente en general y
en cuanto a su potencial interior, es decir de sus propios actos y
posibilidades superiores. Así resulta una imposibilidad real que el ego pueda ver
y re-conocer las verdaderas y más íntimas necesidades de sí mismo y de otro ser.
Todos hemos experimentado alguna vez la urgencia de un consejo o mucho mejor
aún de un sabio ejemplo a seguir. Pero también hemos sufrido y rechazado el intento y la presión de alguien
que nos quiere cambiar a toda costa, hasta el punto de desear que nos saquen las manos de encima y nos
dejen en paz. Las experiencias pueden ser similares pero la vivencia interior
de cada uno es única e in-transferible.
En el des-envolvimiento de uno mismo es donde yace la raíz y la única
solución del apego y del des-apego, algo tan obvio como difícil de ver. Todo
empieza con el atarse al propio ego y lo que ello produce: orgullo, soberbia,
rigidez de pensamiento, querer tener siempre la razón o pretender estar en el único camino correcto, la negación, etc.
La contra-dicción y la in-consciencia del ego se manifiestan abierta y
precisamente cuando se trata de manipular y/o convencer a un otro ego.
En el budismo, por ejemplo, se pone énfasis en la no-existencia real del ego, se
lo considera una apariencia, una ilusión como las que el mismo ego genera
continuamente con respecto a él mismo y todo lo que existe. El Buda histórico sostenía
la importancia de no apegarse ni siquiera al des-apego. Por otro lado
necesitamos para sobrevivir de una cierta estructura psíquica básica para
empezar a crecer; la ignorancia y el estancamiento en ese proceso consisten en creer que ese yo que construimos
con creencias, condicionamientos y experiencias es todo y lo único que hay.
Se necesita antes que nada una sincera y profunda humildad, un nuevo nacimiento, para ver, re-conocer y finalmente trabajar para superar las enormes limitaciones y la subjetividad del
propio ego, que son también las de los demás. Hay algo en cada uno de nosotros más
allá del ego que nos hace únicos y diferentes, como la diversidad que hay en el
Universo, y también hay en cada uno una esencia espiritual que, como sentido más
elevado de la existencia, anhela la Unidad entre nosotros y con el Todo.