20/10/13

La materia prima del ego

Más allá de posibles influencias tenebrosas (que las hay, las hay !!), existe en las tradiciones espirituales  desde la más remota antigüedad, el principio de responsabilidad personal de cada ser humano por sus actos. Por su propia consciencia de pecado serán juzgados dice la Biblia, incluso los que no han recibido la Ley no tienen excusa: “No se tiene conocimiento que haya existido un ser humano que nunca haya discernido la maldad de otro”. (Byler Dionisio, el Diablo y los demonios según la Biblia)

El des-apego en cuanto a las relaciones con los demás, no consiste simplemente de un alejarse con cierta in-diferencia por las decisiones, el sufrimiento, la vida y el destino del prójimo, ni tampoco la ausencia de afecto. El verdadero des-apego, el de los maestros y seres más elevados, consiste en respetar y comprender con ecuanimidad, amor y compasión el grado de libertad, el discernimiento y el estado de consciencia por el cual están transitando los demás sin sentirse por eso ajeno frente a  sus padecimientos, teniendo plena consciencia de ellos.

El apego en cuanto afectación o inclinación hacia algo o alguien no sería en principio algo malo, el problema empieza y por lo general nunca termina, cuando esta afición se convierte en obsesión y/o posesión. En este sentido el apego es la materia prima que alimenta y hace crecer al ego. En algunas tradiciones espirituales la posesión del ser por "un espíritu inmundo" se considera una obsesión. Algo muy distinto es la  transmutación en pasión pura y profunda que, por ejemplo,  alienta y sostiene al artista que realiza la Gran Obra y a todo sincero buscador de la verdad. 

Como instancia psíquica que se re-conoce como yo, el ego suele ser parcial o nula-mente consciente en general y en cuanto a su potencial interior, es decir de sus propios actos y posibilidades superiores. Así resulta una imposibilidad real que el ego pueda ver y re-conocer las verdaderas y más íntimas necesidades de sí mismo y de otro ser.

Todos hemos experimentado alguna vez la urgencia de un consejo o mucho mejor aún de un sabio ejemplo a seguir. Pero también hemos sufrido y rechazado el intento y la presión de alguien que nos quiere cambiar a toda costa, hasta el punto de desear que nos saquen las manos de encima y nos dejen en paz. Las experiencias pueden ser similares pero la vivencia interior de cada uno es única e in-transferible.

En el des-envolvimiento de uno mismo es donde yace la raíz y la única solución del apego y del des-apego, algo tan obvio como difícil de ver. Todo empieza con el atarse al propio ego y lo que ello produce: orgullo, soberbia, rigidez de pensamiento, querer tener siempre la razón o pretender estar en el único camino correcto, la negación, etc. La contra-dicción y la in-consciencia del ego se manifiestan abierta y precisamente cuando se trata de manipular y/o convencer a un otro ego.

En el budismo, por ejemplo, se pone  énfasis en la no-existencia real del ego, se lo considera una apariencia, una ilusión como las que el mismo ego genera continuamente con respecto a él mismo y todo lo que existe. El Buda histórico sostenía la importancia de no apegarse  ni siquiera al des-apego. Por otro lado necesitamos para sobrevivir de una cierta estructura psíquica básica para empezar a crecer; la ignorancia y el estancamiento en ese proceso consisten en creer que ese yo que construimos con creencias, condicionamientos y experiencias es todo y lo único que hay.

Se necesita antes que nada una sincera y profunda humildad, un nuevo nacimiento, para ver, re-conocer y finalmente trabajar para superar las enormes limitaciones y la subjetividad del propio ego, que son también las de los demás. Hay algo en cada uno de nosotros más allá del ego que nos hace únicos y diferentes, como la diversidad que hay en el Universo, y también hay en cada uno una esencia espiritual que, como sentido más elevado de la existencia, anhela la Unidad entre nosotros y con el Todo.


2/10/13

La isla del tesoro



“Tú eres el Sendero, se le dice al adepto-gurú, y este último lo dice al discípulo después de la Iniciación”. (H.P.Blavatsky, La Voz del Silencio)

Hay una vida des-conocida, como un ave del cielo que no despliega sus alas al viento... 

En un tiempo más, que puede ser hoy mismo o mañana, dejaremos nuestro equipaje: recuerdos, familiares, una casa, obligaciones importantes y una enorme ansiedad, nuestra túnica de piel humana, mil cosas que no volveremos a usar jamás y tal vez los sueños no realizados de una vida simple y natural. ¿Qué hemos hecho? Una etapa más, que el tiempo y la tierra cubrirán con mano maestra.

¿Quién no ha tenido alguna vez vislumbres de su esencia o ser interior, nuestro mayor tesoro al cual nos cuesta tanto acceder y que percibimos como una forma de encontrarse a sí mismo? Estos chispazos nos pueden llegar de muchas maneras: por ejemplo en una frase, entre ciertos  acordes musicales, en la poesía simple y bella  de una canción des-esperada o en un paisaje mágico de montaña donde el aire es tan puro que el cielo  se siente más profundo y majestuoso que nunca.

Por lo común estas vivencias son solo breves instantes de plenitud pero tienen la fuerza suficiente para poder sentir que hay algo más profundo detrás del ego, la personalidad y la vida mundana, algo que se agita en nuestro interior y pugna por manifestarse: una vida des-conocida.

No es divertido (de di-vidido o di-vidirse) encarar el camino al despertar de esa vida, se habla de soledad, de des-apego, de auto-disciplina, etc. Lo cierto es que en la soledad de la vida interior se siente en el corazón la compañía de  seres afectuosos que como amigos o hermanos del alma, compañeros de viaje, maestros o protectores aclaran errores y sanan  heridas.

Por otro lado no es necesario dejar todo y convertirse en un asceta, pero si es esencial una vez iniciado en el camino que éste sea la principal motivación en todos los aspectos de la vida. De otro modo todo se convierte en especulación filosófica-psicológica-intelectual.

Las prácticas espirituales continuas como la meditación permiten acceder en forma directa a nuestra naturaleza esencial en lugar de esperar que algún día un destello nos alumbre breve-mente,  de ahí la importancia del esfuerzo y la perseverancia como auto-disciplina. Es la alquimia interior que trasciende lo individual, donde el discípulo debe primero purificarse a sí mismo, sublimarse, para poder llevar adelante la Gran Obra: lo elevado de la tarea exige la dignidad y la integridad de quien pretenda realizarla.

A veces por excesiva humildad, o por ignorancia, decimos  no pretender la iluminación sino simplemente mejorar un poco, en lugar de querer des-cubrir nuestro mayor tesoro nos conformamos con algunas monedas grises: la pequeña obra. También puede ser una justificación para el menor esfuerzo, pero no tiene nada de malo fijarse semejante meta que trasciende lo individual, no se trata aquí de esperar el aplauso, y lo que solemos llamar despertar o iluminación es el primer gran paso en el camino infinito de elevación.

Hay quienes hacen preguntas tales que no tienen respuesta cierta, muestran falta de iniciativa propia y una dependencia absoluta  del maestro: ¿Cómo hacer para tener tiempo para la práctica espiritual en un medio tan exigente? El camino somos nosotros, siguiendo una guía cada uno lo construye con sus posibilidades, con sus propias vivencias, así como desarrolla su potencial interior y su consciencia.“Yo soy el camino y la vida” enseñaba Cristo. 

No se puede transferir el trabajo y la responsabilidad del ser y su realización. Tampoco  tiene mucho sentido estar probando y cambiando de maestros, enseñanzas y caminos buscando afuera una forma o síntesis ideal, pues al final la Verdad es una para todos o como dice la máxima: “No hay religión más elevada que la Verdad”.

"Sed cada uno de vosotros vuestra propia isla. Sed vuestro propio refugio; no hay ningún otro refugio. Haced que la verdad sea vuestra isla, haced que la verdad sea vuestro refugio; no hay ningún otro refugio” (Buda Sakyamuni)


Preferimos no pensar en ello como si fuera algo ajeno o muy lejano, pero se nos va la vida como el agua entre las manos, la impermanencia es una característica de nuestra existencia humana y si no  empezamos a buscar  el Tesoro de los tesoros, nuestra riqueza interior, el potencial de la semilla  para des-plegar  una vida aún no-conocida seguirá oculto: "Es necesario que el cuerpo se haga espíritu y que el espíritu se haga cuerpo"(Roger Bacon).