28/1/12

La recuerdo ahora, son cinco minutos


Las madrugadas rebeldes de la escuela, largos y a veces penosos años de trabajo y estudio, relaciones agradables y de las otras, la enfermedad, la lucha por la vida que nunca termina…alegrías y tristezas, penas y glorias. En cinco minutos la vida es eterna. Quienes han experimentado una situación limite, al borde, lo vivencian más intensamente y saben de qué hablamos.

De una travesía por la que debemos (decidimos) pasar,  no sería  malo re-cordar si lo hacemos a través del  corazón, sin apegos ni juicios, ni en términos de resultados. Y el mundo no se va a detener  porque nosotros no estemos ni ayudemos más,  suenan las campanas y en cinco minutos somos olvidados. ¿Qué es nuestro tiempo terrestre en relación al cosmos? Un abrir y cerrar de ojos.

Y en este viaje fugaz, pero reiterativo, ¿qué es o fue lo más importante?, ¿cómo actuamos en relación a los deberes y el re-conocimiento de los demás, si fuimos, o somos, altruistas o egoístas,  si trabajamos por nuestra libertad interior, espiritual?

Así como en  la enfermedad y al contrario de lo agudo, cuando una conducta social se repite en forma crónica tendemos a etiquetarla como natural o normal, y pasa a ser un deber. Entonces cuando las actitudes no son las  esperadas las llamamos in-debidas o malas y cuando cumplen las expectativas son buenas, correctas y aprobadas.

Sabemos que no hay limite para el egoísmo, pero no contemplamos que tampoco lo hay para la abnegación o in-egoísmo cuando el hombre deja su personalidad, actúa sin apego a lo que hace, asume que es mucho más que un cuerpo sobre-viviendo, no necesita nada y por eso lo tiene todo,  se convierte en un ser libre. 

Este seria el horizonte  de todo camino espiritual. Pero semejante estado del ser no necesita seguir ninguna creencia, doctrina o religión ni frecuentar iglesias o templos, ya esta en el camino de la redención, tiene el poder sobre si mismo.

Abundan por doquier quienes se consideran a si mismos grandes hombres, y lo expresan públicamente esperando  algún re-conocimiento,  re-claman haber ayudado de una manera u otra a los demás y haber cumplido su deber. Es solo orgullo, vanidad, egoísmo disfrazado de virtud.

Por otro lado en la Tierra  hay, y siempre hubo, seres que trabajan in-cansablemente por el bien y la elevación de toda la  humanidad y que  eligen pasar des-apercibidos. Hacen  sus obras solo por el amor y la satisfacción de hacerlas.

El hombre despierto, sin egoísmo y libre de apegos puede percibir que al ayudar a otro, en lugar de esperar  re-conocimiento, debe agradecer a esa persona y a la existencia por la oportunidad de poder manifestar su bondad. Es un bendito privilegio que así se nos permita comprender y crecer.

Según Vivekananda, Buda Gautama solía decir que era el vigesimoquinto Buda. Eso significa que hubo 24 Budas anteriores que no fueron conocidos como lo fue El, algo similar sucedió en el cristianismo, como hombres elevados muchos trabajaron serena y silenciosamente sobre pensamientos nobles y verdades. El Buda histórico por el camino del conocimiento y Cristo por el de la devoción, fueron los encargados de enseñarlas al mundo.

25/1/12

No importa la razón


La practica de virtudes como el amor y la compasión no obedecen a la razón y la lógica usuales, no son respuestas adquiridas ni condicionadas a conductas, situaciones o devoluciones exteriores; surgen espontáneamente desde el centro de amor en el corazón y la mente del hombre despierto.

Pero hay que cultivarlas, estamos tan obnubilados con nuestro ego y con encontrar una razón para justificar todo lo relacionado con aquello que lo re-afirma en la vida, que terminamos por buscar una explicación racional para permitirnos sentir y poder manifestar las virtudes, realizar el bien y pensar en los demás.

Dentro del budismo Mahayana, en relación con el desarrollo de la  bodichita relativa o cultivo del amor y la compasión, existe una práctica basada en la meditación y la re-flexión: “el método para cambiarse a uno mismo por los demás”, que puede considerarse el sentido o la disposición interior para ejercitar el amor y la compasión hacia todos los seres.

Este procedimiento, transmitido por el bodhisattva Manjushri, constituye el centro de las enseñanzas conocidas en la tradición budista tibetana como “el adiestramiento de la mente” y constituye el otro aspecto de la sabiduría de la vacuidad o bodichita absoluta.

El primer paso en las enseñanzas consiste en reflexionar sobre las desventajas de pensar únicamente en uno mismo, se trata de analizar y meditar sobre el hecho que toda negatividad como el  sufrimiento, la  conflictividad y separatividad que existen en el mundo provienen del egocentrismo, tanto propio como ajeno.

Negar, rechazar o ignorar las necesidades, puntos de vista, pensamientos y sentimientos de los demás nos lleva in-evitablemente a sostener una vida auto-limitada y auto-condicionada: la existencia auto-centrada en uno mismo y/o en el entorno más cercano.

Toda la amplia gama de situaciones conflictivas, y el enorme derroche de energías, que implica defender y alimentar sin pausa, permanentemente, el propio ego, no van solo dirigidas hacia los demás, en algún momento, como una ley natural vuelven, a veces multiplicadas, y terminan por acosar y/o enfermar al propio ser.