Las madrugadas rebeldes de la escuela, largos y a
veces penosos años de trabajo y estudio, relaciones agradables y de las otras, la
enfermedad, la lucha por la vida que nunca termina…alegrías y tristezas, penas
y glorias. En cinco minutos la vida es eterna. Quienes han experimentado una situación
limite, al borde, lo vivencian más intensamente y saben de qué hablamos.
De una travesía por la que debemos
(decidimos) pasar, no sería malo re-cordar si lo hacemos a través del corazón, sin apegos ni juicios, ni en términos
de resultados. Y el mundo no se va a detener porque nosotros no estemos ni ayudemos más, suenan las campanas y en cinco minutos somos
olvidados. ¿Qué es nuestro tiempo terrestre en relación al cosmos? Un abrir y cerrar de ojos.
Y en este viaje fugaz, pero reiterativo, ¿qué es o fue
lo más importante?, ¿cómo actuamos en relación a los deberes y el re-conocimiento de los demás, si fuimos, o
somos, altruistas o egoístas, si trabajamos por nuestra libertad interior,
espiritual?
Así como en la
enfermedad y al contrario de lo agudo, cuando una conducta social se repite en
forma crónica tendemos a etiquetarla como natural o normal, y pasa a ser un deber.
Entonces cuando las actitudes no son las esperadas las llamamos in-debidas o malas y
cuando cumplen las expectativas son buenas, correctas y aprobadas.
Sabemos que no hay limite para el egoísmo, pero no
contemplamos que tampoco lo hay para la abnegación o in-egoísmo cuando el
hombre deja su personalidad, actúa sin apego a lo que hace, asume que es mucho
más que un cuerpo sobre-viviendo, no necesita nada y por eso lo tiene todo, se convierte en un ser libre.
Este seria el horizonte de todo camino espiritual. Pero semejante estado
del ser no necesita seguir ninguna creencia, doctrina o religión ni frecuentar
iglesias o templos, ya esta en el camino de la redención, tiene el poder sobre
si mismo.
Abundan por doquier quienes se consideran a si mismos grandes
hombres, y lo expresan públicamente esperando algún re-conocimiento, re-claman haber ayudado de una manera u otra a
los demás y haber cumplido su deber. Es solo orgullo, vanidad, egoísmo
disfrazado de virtud.
Por otro lado en la Tierra hay, y siempre hubo, seres que trabajan in-cansablemente por el bien y la elevación de toda la humanidad y que eligen pasar
des-apercibidos. Hacen sus obras solo
por el amor y la satisfacción de hacerlas.
El hombre despierto, sin egoísmo y libre de apegos
puede percibir que al ayudar a otro, en lugar de esperar re-conocimiento,
debe agradecer a esa persona y a la existencia por la oportunidad
de poder manifestar su bondad. Es un bendito privilegio que así se nos permita comprender y crecer.
Según Vivekananda, Buda Gautama solía decir que era el vigesimoquinto
Buda. Eso significa que hubo 24 Budas anteriores que no fueron conocidos como
lo fue El, algo similar sucedió en el cristianismo, como hombres elevados muchos
trabajaron serena y silenciosamente sobre pensamientos nobles y verdades. El Buda
histórico por el camino del conocimiento y Cristo por el de la devoción, fueron los encargados de enseñarlas al mundo.