“La vida fluye en un circuito y para ello son necesarios
los polos positivo y negativo de manifestación, pero no es necesario que el
punto de unión lo constituyan forzosamente los órganos físicos generadores:
pueden ser la mente, el espíritu o la fusión de las auras.” Dion Fortune
¿Qué valor puede tener la vida si de vez en cuando no nos permitimos cantar, reír, soñar, jugar y sentir? Y, ¿Hasta qué punto somos dueños de nuestra historia o no somos mas que piezas de un gran ajedrez? Lo cierto es que creamos nuestra propia vida e incorporamos, aceptamos y asumimos las influencias de nuestro entorno de acuerdo a nuestros propios pensamientos, sentimientos, conductas y creencias, es decir de nuestro grado de evolución y libertad interior.
¿Qué valor puede tener la vida si de vez en cuando no nos permitimos cantar, reír, soñar, jugar y sentir? Y, ¿Hasta qué punto somos dueños de nuestra historia o no somos mas que piezas de un gran ajedrez? Lo cierto es que creamos nuestra propia vida e incorporamos, aceptamos y asumimos las influencias de nuestro entorno de acuerdo a nuestros propios pensamientos, sentimientos, conductas y creencias, es decir de nuestro grado de evolución y libertad interior.
En un documental sobre grandes meditadores budistas
viviendo en las montañas llamado “Entre nubes blancas”, algunos afirman que en verdad
no hay nada que decir, hay que meditar, seguir las enseñanzas y una vida en armonía
con ellas. Es la elección del más puro ascetismo necesario para cierto tipo de
seres y ciertos estados. Y a pesar que el mismo Buda rechazó
el camino del ascetismo extremo, siempre hubo y habrá discípulos viviendo y meditando en esa condición.
Así como un músico talentoso ejecuta con nuevos aires una
conocida melodía, por otro lado tenemos grandes seres que nos transmiten sus
vivencias y conocimientos espirituales y que aunque no des-cubran nada nuevo
enriquecen con su perspectiva e interpretación el camino y la comprensión del
buscador, y pueden marcar un punto de inflexión. Y a veces "Lo que dicen los libros es mas verdadero que lo que el autor ha vivido" (Marguerite Duras).
¿Por qué es tan importante, para uno mismo y para toda la
humanidad? El des-envolvimiento interior
y el desarrollo de la percepción de la unidad de todo lo que hay no son una simple elección más o una creencia,
y aunque generalmente oscurecido, es algo innato en el hombre, probado y comprobado
desde la más remota antigüedad. Pitágoras lo resumió en pocas palabras: “La
Evolución y la Unidad son leyes de la
Vida y por lo tanto de Dios”.
Hay conceptos filosóficos-doctrinales cuya
profunda comprensión y fundamentación es necesario elaborar, pero todo verdadero
camino espiritual es esencialmente operativo y donde se consideran desde la vibración de sonidos y colores, la alimentación, el poder del sol, la luz y el prana, la
contaminación psíquica, estática y físico-química, pensamientos, actos y emociones, el karma, el trabajo y el estilo de vida, etc. y cómo influyen para
bien o para mal en el cuerpo etérico y los chacras y finalmente en el físico, los
órganos y el estado anímico-mental-espiritual de cada uno.
Si bien dentro de las ciencias hay seres que poseen una visión
creativa y de unidad de la vida que nos pueden dar importantes directrices a
seguir, solo la Ciencia Espiritual contempla al hombre íntegramente en sus
aspectos tanto físicos como sutiles-energéticos-espirituales.
Las ciencias, separadas como están hoy día, solo proveen parches para
aliviar síntomas o conflictos puntuales.
Pierden en gran medida su eficacia y su credibilidad se diluye cuando las cosas
se complican y la in-certidumbre es la única respuesta, entonces los mismos terapeutas
se encargan de aclarar cuanto antes que no se trata de una ciencia exacta.
Se puede decir que hay dos tipos de ignorancia, una
consiste en la falta de conocimiento, disciplina y/o habilidad práctica, y en
este sentido todos somos en algunos puntos vagos e ignorantes, la verdadera
humildad consiste en poder re-conocerlo, y la otra, lejos la peor, es la
estrechez de miras teñida de soberbia, el no poder permitirse o no querer ver. Cualquier intento de
profundizar con semejante personalidad es un esfuerzo tan enorme y frustrante
como inútil.
Como dice la psicología, es muy importante la relación y
la influencia del otro en la formación de la propia personalidad. Antes de nacer,
en el útero materno ya recibimos las primeras influencias, luego siguen los mandatos familiares, sociales, laborales, etc.
Dramatizar todo lo que nos pasa haciendo de cada situación
una escena donde se juegan la dignidad y la vida es la mejor conducta para
sufrir sin resolver nada. Por otro lado pretender ser indiferente, no
involucrarse en nada y/ o jugar a re-presentar una comedia es una forma de ser
superficial que se separa de una realidad que tarde o temprano nos va a
afectar. La actitud más sabia siempre es salir de los extremos y seguir el
camino del medio, de la unidad, si no hay extremos que chocan no puede haber
conflicto.
Siendo conscientes de los condicionamientos que recibimos
y traemos, de aquellos que nos atan a
varias generaciones anteriores y de los que nosotros mismos vamos creando, conocerse
a sí mismo y re-conocer ataduras propias y ajenas es el primer paso para
aprender a responder y evitar que nos dañen.
Pero la personalidad no es todo lo que hay en el ser
humano, es solo la herramienta que usamos, para crecer o para sufrir, solo mientras
vivimos en este mundo. Nuestra alma-esencia es la llama divina que viene a
vivenciarse a sí misma.
Si bien puede haber excepciones debido a motivos ocultos
de la evolución, como una misión específica que trasciende al mismo ser, una
manera de saber el estado evolutivo general que traemos a esta vida está dado
por la armonía, el amor y la sabiduría de vida que reinan en el entorno
familiar, es decir de nuestros padres, donde nacemos.
Por ley natural un alma encarnará en el medio más adecuado para su
estado evolutivo actual y en aquel que favorezca la prosecución de su
desarrollo. El estado de consciencia de los padres crea las condiciones y atrae
a las almas según su grado de evolución.
Pero ni siquiera este hecho implica un destino
determinante, la fuerza de una firme
libertad interior, de consciencia, que nada ni nadie puede afectar, puede hacer
que el hombre partiendo de las peores condiciones se eleve hasta alturas
in-imaginables para él mismo en otro momento.
Por lo común se mencionan la consciencia de sí mismo y el
lenguaje y todo el andamiaje
cultural-social-psicológico que provocan como las características principales
que distinguen al reino humano.
El hombre más primitivo no poseía una consciencia de un yo, su vida, su familia,
su tribu, sus ancestros y la naturaleza eran una sola cosa. Luego,
paulatinamente se va desarrollando en el hombre la consciencia de sí mismo como
ser individual hasta llegar al extremo actual de considerarse separado de todos
y de todo lo demás.
Si hablamos de lenguaje, la expresión pictórica realizada
sobre piedras y en cuevas en todo el mundo es la más antigua que se conoce. Las
palabras aparecen luego como una necesidad práctica-evolutiva, de
supervivencia, de comunicación e integración entre pares. De manera que ambas
características distinguen en principio al ser humano.
Pero hay algo anterior al lenguaje y al desarrollo del yo como entidad individual
y es, innato como una cualidad instintiva e irrefrenable que deriva de la
fuente primordial de Unidad, el sentido y el destino espiritual, la intuición de lo Divino y el abrirse a esa Sabiduría Infinita.
Algo considerado como primitivo y menospreciado por eruditos y científicos convencionales, pero que sin embargo es primera fuerza y razón de vivir a pesar que por lo común solo se re-conoce, se busca y adquiere su verdadera dimensión ante situaciones extremas y como última opción.
Algo considerado como primitivo y menospreciado por eruditos y científicos convencionales, pero que sin embargo es primera fuerza y razón de vivir a pesar que por lo común solo se re-conoce, se busca y adquiere su verdadera dimensión ante situaciones extremas y como última opción.
El arte como ciencia y sabiduría de vivir es un gran concierto, es decir se trata de afinar, concertar, ordenar y armonizar partiendo de la
realidad in-evitable que nos presenta nuestra vida, que de alguna manera y por
algo elegimos, forjamos y necesitamos, y de la verdad, la fuerza y la belleza que en ella se hallan como esencia oculta y
latente, trabajar para expresarla llevándola
a las mayores alturas posibles.
El artista al principio debe seguir los detalles que
la naturaleza y el mundo le presentan, pero para que un cuadro, o la vida, se transforme en
una verdadera obra de arte el creativo debe primero elevarse para acceder a las regiones
superiores de su ser.
Meditar es un estado del ser, no consiste sola y
exclusiva-mente en realizar el ejercicio de sentarse en posición de loto una o
dos veces por día durante quince o veinte minutos. Meditar significa estar atento
y centrado, unido en el medio de los dos hemisferios cerebrales, y es una actitud
que requiere una atención consciente y
permanente. Es el camino medio de la armonía y el equilibrio del que hablaba
Buda.
Si apuntamos a
ser conscientes la mayor parte del tiempo de lo que pensamos,
sentimos, decimos y hacemos debemos aprender a vivir en un estado meditativo, si no sería como ir a rezar al Templo todos
los domingos y el resto de la semana olvidarse de la vida espiritual.
Solo la consciencia activa que inicia un verdadero
despertar puede inhibir la respuesta mecánica condicionada de la mente. En el
Tai-chi por ejemplo el ejercicio de contacto con los antebrazos llamado Tuei-Shou
se utiliza, con los ojos cerrados, para sentir la actitud del
otro y no ser sorprendido en ningún momento, es decir se busca estar tan
plenamente despierto y perceptivo como sea posible utilizando las energías
yin-yang (lleno-vacío) según la situación: frente a una fuerza presentar el vacío. Si no llevamos esta filosofía de vida a nuestro quehacer
cotidiano podremos ser buenos
practicantes pero no seremos Uno con la esencia de esta manera de ver y de ser.
Desde la lógica de la física clásica para neutralizar una fuerza es
necesario aplicar otra de sentido opuesto e igual intensidad, pero en la vida práctica esta reacción produce situaciones
catastróficas: odio, in-tolerancia, separación, violencia, etc. Saber responder
desde el centro es una manera de neutralizar fuerzas negativas y expresar
autoridad como dominio de sí mismo.