21/2/16

El buscador y el Hombre Verdadero


La frase no hay nada que buscar es una verdad absoluta. Pero en nuestro plano relativo de existencia cuando se está des-orientado, directamente a la deriva o cuando las des-ilusiones y el sufrimiento que provocan el ego nos impulsan a conocer una realidad más elevada no hay otra salida que buscar. Y ¿Qué buscar? ¿En qué puerta hay que tocar, qué camino hay que seguir?

Hay personas que disfrutan de una vida material muy cómoda, viven en lugares que uno podría asociar con el paraíso pero permanecen in-satisfechas y atormentadas por sus problemas. Si ni siquiera somos conscientes de nuestra propia realidad no podemos contemplar la posibilidad de una verdadera transformación.

Por mucho que nos deleitemos y reconozcamos el valor de las nobles verdades de las Escrituras y los Maestros, en definitiva la verdad es qué y cómo somos nosotros, qué pensamos y sentimos y cómo lo manifestamos y vivenciamos en la vida diaria y en relación con todo lo demás. ¿Somos tolerantes, ecuánimes, amorosos y compasivos o rencorosos, coléricos y vivimos pendientes y abrumados por nuestros propios intereses personales-egoístas?

Se puede ser muy sincero pero eso no significa estar en lo cierto. Desde su lugar, la filosofía, la política, la religión, etc. muchos pretenden cambiar el mundo tratando de convencer a los demás que su camino es la única verdad

Pero lo que la mayoría de estas personas, generalmente con buenas intenciones, olvidan o des-conocen es que es igual o más difícil cambiar uno mismo que cambiar al mundo. En otras palabras todo cambio empieza siempre por uno mismo, no existen los cambios interiores por decreto.

La búsqueda suele consistir en encontrar un método, una fórmula mágica, que nos permita acceder a los seres más elevados para pedirles así la bendición del propio orden y dejar de  sufrir el caos mundanal. 

Pero no basta con pedir, rezar y esperar, otra vez, todo empieza por uno mismo y nuestros actos: si somos libres, si purificamos el cuerpo y la mente, soltamos condicionamientos y vivimos en paz y armonía con todo lo que hay, es entonces cuando las fuerzas del universo nos asistirán y nos seguirán  y no al revés.

No-buscar, no-hacer y no-ser son características del hombre despierto y realizado, el Hombre Verdadero: olvidándose de sí mismo se hace uno con la Existencia, no hace nada que no esté en armonía con el Orden Cósmico y entonces no busca ni necesita nada porque lo tiene todo.

13/2/16

Porque todos somos nosotros


“Si no poseyésemos amigos arriba que nos regalasen sus riquezas espirituales, estaríamos perdidos”. Aivanhov


El verdadero Maestro muestra y enseña un camino pero como líder no busca ni necesita hacer proselitismo. Al contrario, por ejemplo el Dalai-Lama o el Papa Francisco en sus conferencias por el mundo no solo no dicen, ni siquiera sugieren, que sus respectivos caminos sean los mejores, sino que además no se cansan de promover la armonía, basada en el respeto mutuo, entre las distintas tradiciones espirituales. Aprender para valorar y respetar otras formas de ver es muy útil para enriquecer la propia perspectiva.

Desde un sentido iniciático, la Verdad es la fuente de donde emana el Todo. Aun en nuestro plano relativo las verdades no pueden ser contradictorias, sino no serían verdades,  sí son muchas veces complementarias. Y si bien las formas, los métodos o rituales son distintos, el fin exotérico de las corrientes espirituales tradicionales es en el fondo el mismo, fomentar  la práctica de los valores humanos esenciales.

A veces uno no deja de asombrarse por la bondad, la humildad y la infinita compasión que profesan los Maestros, una compasión inteligente, libre y ecuánime que no es la usualmente aceptada de expresar lástima por alguien o percibirlo como un ser inferior, ni tampoco es la seudo-compasión teñida de apego e intereses egoicos (esperar algo a cambio) limitada a los familiares y amigos más cercanos. 

Si hay una característica esencial común al verdadero amor y a la compasión más elevada es que son universales, no admiten diferencias de ningún tipo, y es solo así como se re-encontrarán los hombres.

“Los seres de disposición negativa, o los que están oprimidos por la negatividad y el dolor, deben ser considerados tan valiosos como encontrar un precioso tesoro”. “En cierto sentido esos seres ponen a prueba la habilidad que uno tiene para mantener su adiestramiento básico. Por eso merecen especial atención”. Loyong (Adiestrar la mente), Verso 4; Budismo Tibetano; versión del Dalai-Lama.

Otra característica admirable es la fuerza interior, que uno quisiera poder desplegar ya, que poseen los seres más evolucionados  para romper cadenas, quizás de muchas vidas, y amar a los demás más que a sí mismo. Por otra parte el aura de los Maestros, que puede extenderse por kilómetros, cargada de energía prístina influye y beneficia en gran medida a todos los que se hallan en su radio de influencia. Por eso aun sin hablar la sola presencia de un  gran ser, si nuestro corazón está abierto, nos puede inundar de enorme dicha.

De acuerdo a la visión teísta, si Dios dispusiera que los hombres despertaran de sus ilusiones egoístas y fueran Uno con El los seres humanos ya estarían todos iluminados. Por supuesto que nadie puede creer que El no lo quisiera, pero el hombre debe por sí mismo recorrer un largo camino y realizar un arduo trabajo para ascender a las cumbres más elevadas. 

No es una elección más, es el destino de todos, por un camino u otro, antes o después. Podemos recibir ayuda pero nadie nos va a regalar la iluminación por antigüedad o bondad ni va a hacer el trabajo por nosotros. En la parábola del sembrador Jesús describe en detalle lo difícil que es que una semilla caiga en tierra fértil y brote.

Vivir criticando los defectos ajenos y no re-conocer ni hacerse cargo de los propios, es decir no des-envolver el propio potencial interior-espiritual, son  maneras de contribuir a obstaculizar el des-envolvimiento de los demás, como una piedra en el camino.

La frase budista “ignora tu propio bienestar y anhela el bienestar de los demás” es para comprenderla y aplicarla en el contexto de seguir la conducta del ideal de la compasión y si de verdad queremos evitar un modelo egoísta de ser, pensar y actuar que niega o ignora las consecuencias de las propias acciones en los demás.

Muchas personas creen que las enseñanzas espirituales son algo abstracto, una suerte de utopía, que son verdades pero im-practicables en la vida diaria. Estas personas encubren su miedo a la libertad pensando que, ya sea por su edad, experiencia, creencias conocimientos, etc., ya no tienen nada que aprender, en otras palabras es una manera de justificar sus limitaciones como la carencia de la más mínima humildad. “Adaptarse a una sociedad enferma es de alguna manera estar sano

Y sin embargo hay tantas cosas de la vida, el mundo y el universo que  ignoramos…

Lo cierto es que si no empezamos por ubicarnos  en la situación de a-lumno (sin luz) dispuestos con humildad y perseverancia a estudiar y aprender tomando  consciencia de nuestras limitaciones y del valor y beneficio para todos de la sabiduría espiritual, y no se hace algún esfuerzo por llevarla a la práctica, todo queda en una teoría plena de buenas intenciones.

La verdad no necesariamente es lo que uno quisiera que fuese, o lo que nos conviene que sea, por eso entre los que dicen querer conocerla, no todos poseen la fuerza necesaria para integrarla a sus vidas. Las perlas de las que habla Jesús son las verdades que el hombre todavía no está preparado o dispuesto para comprender y realizar. 

Expandir la consciencia mediante el estudio y la lectura es beneficioso desde cualquier punto de vista, pero lo único que quedará firme, que se hace carne en nosotros y que nos podemos llevar y recuperar en otra vida son aquellos conocimientos-verdades que pusimos en práctica.

La actitud espiritual básica de trascender el ego, salir del cerco de uno mismo, los propios intereses y el entorno más cercano para tomar plena consciencia y ocuparse de los demás es una forma práctica de adquirir, entre otras virtudes, fortaleza interior, ecuanimidad y sabiduría. Además de esta manera las propias dificultades o carencias, incluso la enfermedad, se contemplan desde una perspectiva más abierta y elevada, se aceptan y se vuelven así menos dramáticas.

Por otra parte no tiene sentido andar enfrentándose y luchando con el mundo porque el verdadero enemigo está en nuestro interior y no afuera, son las ilusiones mentales y emocionales que acostumbramos proyectar en los otros. En las Artes Marciales Tradicionales con la práctica se des-cubre finalmente que el verdadero desafío y/o el combate es siempre  con uno mismo.

En un universo inter-dependiente no puede haber fenómenos o causas in-dependientes, y si creemos que algo o alguien viene a molestarnos, a complicarnos la vida, a tratarnos de forma injusta, deberíamos tomarlo como una bendición u oportunidad, pues seguramente significa que hay algún aspecto de nuestro ser relacionado que debemos purificar, cambiar o perfeccionar.

Como corolario a esta síntesis tal vez lo mejor sea poner énfasis en que todos, sin distinción, tenemos el potencial interior, algunos más despierto que otros, de ser los maestros de nuestra propia vida.