11/9/14

Siempre es Hoy

Pretender resolver un problema situándose al mismo nivel que el problema nunca será la mejor solución. Conocer las cosas del mundo puede ser muy interesante como ejercicio intelectual que nos llena de erudición, pero no resuelve los problemas esenciales del hombre. Podemos ostentar toda la sabiduría posible del mundo pero sin el amor nunca podremos comprender y menos vivenciar las verdades espirituales.

Para la Ciencia Espiritual, y aunque los médicos no la contemplen en sus catálogos oficiales, la falta de des-envolvimiento espiritual se considera una enfermedad, y el más grave de todos es aquel que estando enfermo  ni siquiera se da cuenta de ello.

Todo sincero buscador en su anhelo de auto-conocimiento se enfrenta en algún momento como ser humano ante la vivencia de la impotencia, ya no hay respuestas, y es una experiencia esencial por un lado porque implica re-conocer las propias limitaciones (empezar a sanar) y por otro la necesidad de abrirse y elevarse a una perspectiva mayor-espiritual. 

Cristo nos mostró el camino hacia la Redención:  la fuerza sanadora del médico que cura la enfermedad que niega lo Divino en nosotros. En nuestro cielo no habrá un arco iris, un puente entre lo divino y lo humano (el primero fue visto por Noé luego del Diluvio) ni una estrella (ángel) que nos ilumine, si nunca queremos mirar.

Se puede hablar mucho del amor y la compasión, hace tanto que es lo mismo  que la ignorancia parece triunfar, pero lo cierto es que en nuestra intimidad sostenemos, aun entre los que siguen una vía religiosa, que podemos ser felices a pesar del sufrimiento y la in-felicidad de los demás.

Estamos muy lejos de nuestro último ciclo de la evolución en este planeta, la séptima etapa del séptimo ciclo  en que la misma Tierra se hará cada vez menos densa, en el cual los principios espirituales cobrarán su verdadera dimensión y una mayoría, constituida por el Hombre Verdadero, la bodichita del budismo, ya no podrá sentirse bien sabiendo de la in-felicidad de sus semejantes.

Hoy así como ayer, para algunos sentirse más vivo es el sentido de amar y para otros representa el sentido y la motivación del  mal. Cada vez más se van diferenciando los grupos humanos en corrientes que siguen el principio del bien y los que siguen al mal. Y todo esto tiene sus consecuencias, nada en la evolución es por casualidad.

Y así como vamos en camino de pasar, en el final de la actual quinta etapa, por un in-decible período de transición, una guerra in-imaginable, y vemos que sus semillas ya están germinando hoy, no ya entre naciones o grupos sino de todos contra todos; luego cuando en nuestro último ciclo terrestre suene la séptima trompeta se producirá la gran batalla del Arcángel Miguel contra las fuerzas tenebrosas.

El buscador tarde o temprano se pregunta ¿Por qué las cosas deben ser así? Se puede decir que hay Misterios Mayores que no estamos preparados para comprender, pero bajando a nuestra Tierra si no existiera el mal, el bien no podría alcanzar la grandeza que llegará a manifestar.

Para quienes vislumbran que la eternidad es siempre el Hoy, que están cansados de esperar y ver por doquier la estupidez humana, que sienten que su camino es una mentira, no desean ya esperar 5000 años más y sucesivas re-encarnaciones para empezar a crecer y   a vivenciar los principios espirituales que llevan al bien, al amor y a la verdad.

El amor no garpa nada, no cotiza en el mercado de valores, tenemos una idea muy limitada y equivocada del amor si creemos que vamos a recibir alguna recompensa terrena o divina, en esta vida o en otras. El verdadero amor es dar con todo el ser y punto, no genera ninguna ganancia personal más que la satisfacción de ofrendar libremente a otros algo de si, la Humanidad es la que se beneficia de él.  

La vida, las enseñanzas y los ejemplos de los Grandes Maestros que encarnaron en nuestro planeta están íntimamente ligadas a los designios del mundo espiritual, a transmitir los principios y virtudes que más tarde, luego de innumerables tribulaciones al borde del abismo, serán una verdad inexorable para el ser humano: "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (Mateo; 35).

La venida de Cristo a la Tierra tiene un sentido más profundo que el que le puedan dar la religión y la teología académica, fue el hecho más importante que concierne al mundo espiritual que rige nuestro destino humano y del cual el hombre fue testigo, entre las sombras, del tiempo que nombro.

El no vino para asumir los pecados del hombre, al tocar Su sangre la Tierra, ésta se convirtió en Su espíritu. La vivencia del Cristo interior surge al re-conocer la propia soberbia y omnipotencia, y luego experimentar como impotencia la muerte  del alma prisionera en el cuerpo físico y su resurrección por el espíritu.