6/9/10

La negación

Mientras sabios, maestros y chamanes siguen anunciando el fracaso de los métodos usuales, seguimos negando la validez y la aplicación de leyes, principios y enseñanzas espirituales.

Seguramente nadie que haya visto o escuchado, y comprendido medianamente unas enseñanzas espirituales o a un maestro que vivencia diariamente sus principios, puede permanecer indiferente, no se pueden negar sus virtudes, su transparencia, su sabiduría y los beneficios que conlleva su práctica para toda la humanidad y para nuestra tierra.

Pero aun así una multitud que observa distante sigue preguntándose: ¿Por qué seguir unas enseñanzas espirituales? Si después de todo “soy bueno, compasivo y trato de comprender a los demás, y también debo ocuparme de mi familia, mi trabajo y mis actividades personales, entonces ¿para qué comprometerme además con una disciplina espiritual?”. Y la mente negativa agrega: “¡Es muy difícil, no sería capaz de (o, por ahora no me interesa) transformarme en un Buda, ser como Khrisna o Jesús!”.

“El hombre está profundamente confundido, recibe la presión y cede. Los amigos lo empujan, los familiares lo empujan, los compañeros de trabajo lo empujan y allí va, pobre corderito, a sentarse frente del televisor para enterarse de lo ocurrido afuera. Y, así, se apura como todos, repite como todos, se cansa como todos y un día se muere como todos, sin descubrir para qué vivió.” (Sai Baba)

No obstante, para quienes puedan y quieran ver y comprender más allá de sus narices, resulta mucho más difícil y tortuoso llevar una vida limitada, indiferente y alejada de toda práctica y saber espiritual. Por dónde miremos los hechos dicen más que las palabras. En cualquier aspecto de la vida nada se consigue mediante la negación, y negar lo espiritual es negar nuestra propia esencia. Todo lo que rechazamos, resistimos o negamos, inexorablemente persiste, solo la aceptación produce una verdadera transformación. Y en esta vida, nada que valga la pena es fácil.

En la mente de algunos discípulos y de quienes ya han transitado una parte del recorrido, surge a veces la duda creativa, positiva, que puede provocar la deserción y/o el cambio del camino elegido, pero si prevalece la mente negativa, la duda se transforma en negación, y todo termina en el abandono de toda práctica y consideración espiritual.

Viéndolo en perspectiva, como si fuera una película, no se puede dejar de percibir que lo vivido por el camino no fue entonces en verdad comprendido, y que todo fue un espectáculo mas de un ego que en esta función se asume por sobre lo espiritual. Ni remotamente se ha transmutado la devoción emocional en desinteresado beneficio ni para si mismo ni para los demás, no para el maestro ni para el camino.

Poseer cierto caudal de conocimiento o experiencia no significa poder comprender cabalmente ni vivenciar intensamente el sentido de lo espiritual. A veces por una pretendida humildad y muchas otras por ignorancia, no se percibe que seguir un camino espiritual no consiste en perseguir logros personales, como si se tratara de cumplir estrictamente un plan de estudios solo para acceder a una maestría.

Como afirman las genuinas y más antiguas tradiciones espirituales, todos llevamos dentro la chispa divina, el potencial sagrado del despertar absoluto, pero nuestra divinidad y conciencia de unidad están envueltas por una túnica de piel humana que provoca confusión y olvido, entonces primero tenemos que asumirlo, tomar conciencia y trabajar  para poder des-envolverlo.

Y no hay otra opción mas que seguir alguna disciplina, y empezar a soltarse, abrirse y crecer, no alcanza con la quietud y la amabilidad de ser bueno y comprensivo, que muchas veces se manifiestan como postergación o resignación, la sabiduría implica un trabajo intenso de desarrollo interior y una práctica constante que igual que la evolución nunca terminan.

Todos poseemos la semilla, aunque no todos venimos  a esta vida con la misión de ser maestros espirituales, traemos al nacer ciertas características y disposiciones individuales; y sin embargo todos podemos vivir y desarrollar nuestras actividades, relaciones y obligaciones mundanas llevando a la práctica con plena conciencia principios y valores espirituales. 

La existencia nos propone crecer, evolucionar, y también la posibilidad de elegir aquello que queremos experimentar y, hasta cierto punto, cuánto tiempo nos llevará, la decisión es nuestra, y las consecuencias también.

Una paradoja que enfrentamos cada día es: "que si bien el saber espiritual, la moralidad y la vida cotidiana se han alejado tanto entre si que uno podría pensar que la mejor forma de seguir una senda espiritual es alejarse de una sociedad despiadada y convertirse en asceta; en la sociedad corrompida de hoy en día están las lecciones que nos llevarán a nuestra sabiduría.” (Phileas Fogg)

Si se comprende el sentido profundo de encarar la vida con actitud espiritual, se asume que no es un conocimiento teórico o filosófico ni una meta lejana de alcanzar, es una manera concreta, y en definitiva la única comprobada durante eones, de experimentar con plena conciencia cada momento y situación de la vida desde el sentimiento, el pensamiento y la acción más elevada posible.

No se trata de esperar o añorar llegar a un destino determinado para empezar a disfrutar lo conseguido, sino de vivenciar intensamente cada instante y cada paso del camino.

A pesar del mayor esfuerzo que podamos realizar, es improbable que podamos llegar a la iluminación, el despertar absoluto de la conciencia, en una sola vida. Pero el esfuerzo y la intención verdaderos, lo  que hemos crecido y lo que demos en esta existencia nunca se pierden, como una energía o vibración pasan a formar parte del almacén de la conciencia colectiva de la humanidad y volverán en beneficios no solo para nosotros en ésta o en otra vida, sino para todos los seres y para nuestra Madre Tierra siempre.