18/2/12

El Colgado


"La imágen de todo lo que ha de ser, ya está hecha; solo falta la materia que la llene". Hermes


Es probable que todos podamos re-cordar algún deseo que, gracias a Dios, no se cumplió. Cuando expresamos y repetimos nuestros pensamientos, aún sin darnos cuenta, como pensando en voz alta, los estamos estableciendo y re-afirmando para nosotros, para los demás y hacia el universo.

Así, a veces, como una paradoja, no hay peor cosa que nos pueda pasar que conseguir lo que tanto decimos querer. Por eso es tan importante estar atentos, despiertos, para ver cómo y por qué surgen los deseos y qué relación tienen con nuestro presente, con nuestra verdad actual.


Para quien logró establecer  una vida austera y tranquila, meditativa, de pronto ganar, por ejemplo, una suma importante de dinero, puede sacarlo de su centro para sumirlo en  complicaciones de todo tipo solo para mantener, cuidar, invertir, no malgastar ni perder el valor de lo ganado. Algo para lo cual ahora no se esta dispuesto ni se desea experimentar.

También suele suceder que un sueño muy apreciado en una etapa de la vida, un viaje, un lugar para vivir, una relación, etc., cuando se convierte en realidad  tiempo después, ya no genera el entusiasmo, la satisfacción ni la felicidad pre-supuestas anteriormente. Ya no nos sirve más.

Por otra parte, es un hecho comprobado que un buen número de personas, independientemente de su inteligencia, o capacidad para resolver problemas, sueltan el ancla y fondean su consciencia, su crecimiento interior, para siempre en una etapa temprana de la vida. Se quedan colgados del pasado.

No nos damos cuenta hasta que nos encontramos comprometidos en una situación concreta que, en el mejor de los casos, nuestra perspectiva cambió y nuestra conciencia se amplió. Así es como empezamos a considerar temas que antes rechazamos de manera automática, y a contemplar otros que ni siquiera imaginamos.

La contradicción se convierte en hipocresía cuando pretendemos transitar por ciertas alturas del espíritu pero sin abandonar jamás conductas egoístas, propias de estados anteriores y, supuestamente, ya superadas.

Los símbolos del Tarot, que incluyen números, letras y planetas, establecen un puente que vincula los arquetipos  con la consciencia. En los primeros pasos de la Iniciación Tradicional, el mundo espiritual se percibe en imágenes, luego vendrán los tonos. La carta N° XII (el número de la Iniciación), El Colgado,  llamado por algunos maestros El Apostolado, uno de los Misterios Mayores, nos muestra la importancia y necesidad de soltar cosas, pensamientos, hábitos, formas de ver, para poder crecer y  acceder a estados más elevados del ser.

Un tema que sugiere este Arcano a primera vista (un personaje colgado por una soga de un pie y cabeza abajo), es que si el mundo  esta al revés, es una ilusión, o si somos nosotros que lo vemos así y entonces obramos,  vivimos y pensamos en consecuencia.

Desde un estado de pureza y ausencia de ego, re-conociendo nuestra in-defensión y vulnerabilidad, aceptamos y nos entregamos en paz a un órden, un destino, superior. Es la verdadera humildad y el auto-sacrificio del yo en pos de un bien mayor, que en su expresión más pura y gloriosa es encarnado por los Grandes Maestros como Cristo crucificado.

17/2/12

El espejo de la verdad


No creemos que el yo psicológico, lo que llamamos personalidad, sea la riqueza última del hombre. Hacer desembocar todas las observaciones activas en una visión de la trascendencia de este yo, es señal de nuestro tiempo. No, la personalidad no es la riqueza última del hombre.

No es más que uno de los instrumentos que le han sido dados para pasar al estado de alerta, despierto. Cumplida la obra, desparece el instrumento.

Si tuviésemos un espejo mágico capaz de reflejar esa personalidad, a la cual damos tanta importancia, no soportaríamos su visión, tal seria el hormiguero de larvas y gusanos que veríamos en ella.

Solo el hombre despierto podría mirarse en él sin morir de espanto, pues entonces el espejo no reflejaría nada, seria puro. Este es el verdadero rostro, el que nos devuelve el espejo de la verdad. En este sentido, todavía no tenemos rostro. Y ningún Dios nos hablará cara a cara hasta que lo tengamos

Rechazando el yo psicológico, movible y limitado decía ya Rimbaud: “yo es otro”. Es el yo inmóvil, transparente y puro aquel cuyo entendimiento es infinito: todas las tradiciones aconsejan al hombre que lo abandone todo  para alcanzarlo.Es muy posible que nos hallemos en un tiempo futuro en que se hable la misma lengua del pasado remoto.

No es en modo alguno in-concebible que, en la época evolutiva actual, los Grandes Espíritus consideren inútil ofrecerse como ejemplos o predicar alguna forma nueva de religión. 

Hay algo mejor que  hacer que dirigirse al individuo. No es indispensable que consideren necesario y benéfico el paso de nuestra Humanidad a la colectivización.

No es, en fin, inverosímil que consideren deseables nuestros dolores del parto, e incluso cualquier gran catástrofe capaz de apresurar el conocimiento de la tragedia espiritual que constituye el fenómeno humano en su totalidad.

Para obrar, para que se precise el rumbo que acaso nos lleve a todos a alcanzar alguna forma más elevada que Ellos conocen, tal vez les es necesario permanecer ocultos, mantener en secreto la co-existencia, mientras se esta forjando, a despecho de las apariencias, y  gracias a su presencia, el alma nueva de un mundo nuevo, al que nosotros llamamos con toda la fuerza de nuestro amor.

 

“Le matin des magiciens”, Louis Pauwels y Jacques Bergier