“Asistimos actualmente a un gran aumento de los conocimientos, pero el interés
que la gente demuestra con respecto al desarrollo de la bondad, de un buen corazón
y del amor al prójimo, no está a la altura del que tenemos por los conocimientos”.
“El ser humano no es el producto de una máquina, y no puede por lo tanto
aspirar a la verdadera felicidad dependiendo únicamente de circunstancias
exteriores. Las verdaderas causas de la alegría y la satisfacción debemos
buscarlas en nosotros mismos”.
“Aquellos que piensan únicamente en términos de ciencia y tecnología, y
que defienden que todo podrá resolverse y realizarse gracias al progreso,
tienen un punto de vista radical. Es necesario reconocer donde están los límites
de un enfoque semejante”.
Dado que la naturaleza humana es fundamentalmente buena, los niños,
sobre todo cuando son aún muy jóvenes, no hacen demasiadas diferencias entre
unos seres humanos y otros. Tienen un amor y un buen corazón espontáneos. Por
ejemplo, le dan más importancia a la sonrisa de la persona que tienen delante
que a su raza, nacionalidad o cultura.
Es algo cuyo valor aprecio enormemente y que me da muchas esperanzas
para el futuro. Pero por otro lado, me siento muy preocupado: los niños
demuestran de forma natural una apertura de corazón y una cierta bondad, pero
algunos aspectos de la educación que reciben aumentan la división entre ellos,
lo que hace que se levante un muro entre el niño y los demás.
Así, pues, paralelamente a la educación, me parece esencial desarrollar
esta bondad que surge en el niño de manera natural. Quiero decir con esto que
la educación debería llevarse a cabo en armonía con la naturaleza esencialmente
buena del niño. El factor clave es educarle en un ambiente de amor y ternura.
Si bien desde una perspectiva ideal, habría que desarrollar las
cualidades humanas en paralelo a la bondad, a menudo afirmo que, si tuviera que
elegir entre grandes cualidades generales y la bondad, me quedaría con esta última.
En efecto, por muy importantes que sean la inteligencia, don natural de
la naturaleza humana, y la educación, no bastan para construir el futuro. Es
necesario que nuestro espíritu se impregne de altruismo, experimentando valores
humanos fundamentales, como el amor al prójimo.
Instauremos en nosotros la bondad y un ánimo favorable; enriquezcamos
con ello nuestra inteligencia y aprovechemos las cualidades que nos brinda la educación
para sentirnos, nosotros mismos y la sociedad que nos rodea, realizados y
felices.
Dalai Lama en “Mas allá de
los dogmas”