"Más que ninguna otra enfermedad, el cáncer parece reflejar en su proceso el nivel de libertad humana. Desde el punto de vista espiritual, toda enfermedad es una proyección corporal de procesos de desarrollo que también pueden desenvolverse en la auto-educación y práctica consciente. La evolución de la enfermedad siempre será positiva si el afectado se esfuerza por tomar conciencia de la capacidad psíquica o espiritual relacionada con ella. En el caso del cáncer será, por ejemplo, la conciencia de la libertad interior." (El Cáncer, Dres. Michaela Glöckler y Jürgen Schürhlz)
Puede parecer muy sencillo de comprender el concepto
de libertad como un bien del más alto valor para la independencia y el
desarrollo personal, la palabra suena muy bien en los discursos. Pero en los
hechos no es tan simple, hay una connotación mucho más profunda, existe el
miedo tangible a la libertad de ser uno mismo, a la libertad interior, porque
entonces tendríamos que vivir y tomar decisiones en soledad con nuestra propia
conciencia y esencia, en lugar de basarnos en los modelos ya establecidos.
La determinación de ser libre, por sus implicancias en
todos los aspectos de la vida, es la decisión más trascendente que un ser
humano pueda tomar. El espíritu, limitado por el cuerpo físico y el ego,
siempre anhela la libertad de ser y poder manifestarse.
Pero queremos ser libres e independientes ¿de qué, o
para qué?, ¿de alguien o de algo, para pensar, hacer y decir lo que nos plazca,
para experimentar que nuestros deseos no tienen límites?
Cuando hablamos de libertad la primera definición que
surge de la mente es la de poder hacer y decir siempre lo que queremos, de
poder opinar y disentir, y así experimentar y mostrar que somos independientes, es la libertad física,
la libertad de hacer, decir y tener que se manifiesta en la personalidad como
el tesoro más apreciado.
Si bien, en un sentido profundo, esta libertad se
puede vincular con los anhelos del alma de superar los condicionamientos y las
barreras físicas y poder volar, en la
práctica en general se nutre y crece con la ambición y los deseos; cuanto mayor
sea el ego más deseos de libertad física se tendrán, y, como una consecuencia
de esta expansión, en forma in-consciente o deliberada, cada vez se tendrán
menos en cuenta las libertades de los demás. “El instinto hacia la auto-expansión
es también la raíz de la esclavitud”.
Llegados a un punto extremo, la libertad total, sin límites, de tener y hacer,
implica la sumisión y/o destrucción de todo aquello que se interponga con el
objetivo establecido: bosques, montañas, ríos, animales, seres humanos y todo
lo que uno se pueda imaginar. Son tan abundantes estos hechos a lo largo de la
historia de la humanidad, que se podría crear una enorme biblioteca
especializada.
Ha sido increíblemente nefasta, perjudicial y con
consecuencias inimaginables para nuestro planeta y por supuesto para todos
nosotros, la ideología racional-materialista-cientificista de que el hombre es dueño absoluto de la tierra, de la
naturaleza, y por lo tanto es libre
de explotarla, manejarla y destruirla a su antojo.
Pero hay otra libertad, la libertad de conciencia que
se elige como una determinación interior y se expresa como una actitud de vida
que no consiste en querer ser libres de alguien o de algo externo, sino en soltarse
de las propias ataduras: las propias limitaciones del ego y la personalidad, la
ignorancia y la in-comprensión de los resultados de nuestros actos, la
in-tolerancia y la in-conciencia, los condicionamientos incorporados a lo largo
de la vida.
No se trata de ser libres para alejarse del mundo, de
los afectos y las obligaciones, ni para desestimar la libertad física, no es
una renuncia en el sentido de ascetismo o auto-inhibición, es la percepción que
el problema radica en cómo somos y cómo y desde dónde nos relacionamos con los
seres y las cosas del mundo, y en todo caso la comprensión profunda que todo
cambio siempre empieza desde uno mismo, con la auto-transformación.
Se puede hablar de grados de libertad en analogía con
los niveles de conciencia: a un nivel más elevado de conciencia, corresponde un
mayor grado de libertad interior.
La determinación de ser libre es una decisión que nace
desde lo más profundo del ser, como el resultado ineludible y la consecuencia
lógica de un trabajo de comprensión y despertar interior. Es la íntima
convicción que nos da la fuerza y el impulso para entender y trascender
nuestras mas rígidas estructuras, para salir de la esclavitud del ego, para
saber y poder elegir en cada situación la actitud y la respuesta más elevada,
para poder sostener la fe y la confianza en uno mismo para emprender el camino
del auto-conocimiento,el crecimiento interior y la búsqueda de la verdad.
Es la luz que nos guía e ilumina en la noche más negra
del alma, y la certeza de que nada ni nadie podrán cambiar nuestro mundo
interior, espiritual. Es la semilla, que al crecer y madurar nos permitirá ser
uno mismo en íntima comunión y respeto con todo lo que hay.