16/11/14

Ser y hacer II

"Si yo pudiera explicar una sinfonía de Beethoven, no sería necesario tocarla”. (Daniel Baremboim)

El mundo gira cruel y uno se deja llevar...hacer para tener y así poder ser alguien en la vida, sobrevivir, es seguramente la  motivación (consciente o no) más común  que mueve al mundo; recién cuando aprendemos a re-conocer las limitaciones de los deseos y condicionamientos y nuestro ser interior-superior ilimitado podemos encontrar un  sentido profundo para ser, hacer y tener.

Así como existen  la magia blanca y las artes oscuras,  co-existen en el mundo la evolución y la involución. ¿De dónde saldrá la luz que pueda elevar la condición humana actual? Por cierto que no de las ambiciones y las aspiraciones de poder del ego. 

El hombre puede creer o no en un Plan Superior y pensar que todo es producto del azar, sin embargo hay muchas evidencias de la intervención y transmisión, directa o a través de seres por algún motivo elegidos, de la Gracia Divina en la historia espiritual de la humanidad.

"Elabora tu propia salvación" decía Buda, el Sol ilumina a todos por igual y el sendero hacia la Realización está abierto para todo el que lo quiera seguir, pero no es automático, la decisión y el trabajo son individuales: formarse y cambiar uno mismo para salir de la ignorancia-oscuridad, alcanzar la sabiduría-luz y ser un ejemplo vivo de aquello que se predica.

La Verdad es una sola pero las interpretaciones abundan y una misma cosa es nombrada y considerada de diversas maneras Hay egos que a partir de ciertos conocimientos y experiencias religiosas creen que pueden salvar al mundo, y de hecho permanecer en la memoria colectiva. Pero a la mirada más profunda se delata que  confundidos en su intimidad terminan por confundir a los demás. El cambio empieza por casa. Nos dice el Dalai Lama que si no sabemos o no podemos ayudar, por lo menos no  hagamos más daño.

La comprensión profunda, la ecuanimidad, el amor, la compasión, etc. son todas manifestaciones de sabiduría que permiten soltar ataduras, liberarse y ayudar a otros a liberar el sufrimiento. Ser como un niño expresa el estado de alegría y paz del Iniciado luego del segundo nacimiento, una mente abierta y flexible y un corazón tierno se impregnan más fácilmente de la Luz.

Semejante estado del Ser no significa ingenuidad, falta de consciencia o indiferencia por el sufrimiento de los demás, constituye una expresión de  sabiduría. Si otro sufre por mi enfermedad y yo sufro por su dolencia lo único que vamos a lograr es potenciar el sufrimiento.

Siempre es importante ver  nuestras intenciones para hacer lo que hacemos. Es auspicioso tener buenas intenciones pero sin el esfuerzo del recto hacer de poco sirven. Nunca nadie se iluminó solo por tener buenas intenciones o pensamientos, la frase “pienso, luego existo” debería cambiarse por actúo, luego existo.

Una secuencia lógica sería primero ser para luego hacer lo correcto, pero sin  el hacer nunca llegaremos a Ser. Nuestro devenir depende del trabajo perseverante de purificar y elevar acciones, conductas, pensamientos, palabras y emociones.

La motivación para la Gran Obra del alquimista, ("En Benarés te la enseñarán con la fórmula Om Mani Padme Hum". Grillot De Givry) , es en esencia su desarrollo interior, la materia misma de la Obra, pero nunca se le revelará al artista el signo de la Estrella de los Magos sino a través de la disciplina de la práctica, la purificación y la transformación: mantener el fuego constante.

En la doctrina del Zen, Ser, Ver y Actuar se consideran sinónimos e inter-cambiables, la paradoja es que producido el Despertar  se desvanecen las dualidades y ya no hay ser y no-ser, hacer y no-hacer, pensar y no-pensar, etc., y   nada puede ser sostenido con ningún apoyo.

Para Ser hay que hacer, ese es nuestro desafío como seres humanos. Leer de vez en cuando, asistir a retiros, conferencias de maestros o meditar media hora por día y luego, la mayor parte del tiempo, estar enfocado en   la personalidad y sus intereses materiales relacionados, el tener, no ayudan a lograr una verdadera transformación.

El buscador  no puede ignorar el principio de  no hacer nada que no esté en sintonía con su genuina aspiración espiritual, nada que no sea para el bien común, la común-unión, algo que gran parte de la humanidad olvidó. La vida cotidiana en cada pequeño detalle nos brinda la gran oportunidad, como una bendición, (“Señor, Señor, como me glorificas”. Cristo), de poder practicar nuestra mayor aspiración.

Ser es ver y poder vivenciar que no somos un nombre, un cuerpo y un ego, somos seres espirituales transitando una vida material. Esta comprensión debiera presidir todos nuestros actos. Las herramientas  abundan y los caminos no faltan pero se necesitan el esfuerzo y la perseverancia en el estudio, la reflexión y la práctica, el hacer.

Para entrar en la corriente hay que entrenarse como un atleta y aprender a nadar muy bien, de otra manera es mejor no tirarse al agua. Entrenarse significa disciplina, el orden como un ritual, estar siempre conscientes de quienes somos y trabajar para experimentarlo en todo momento y lugar. En la filosofía taoísta del Tai-Chi se considera que lo espiritual sin el entrenamiento es la esencia sin la aplicación; la práctica sin el acompañamiento espiritual es la aplicación sin la esencia.

Si solo vemos las formas y apariencias de las cosas y nos dejamos arrastrar por los deseos, las ilusiones y las emociones nuestra mente y nuestra percepción  se vuelven superficiales, limitadas y cada vez más densas, nuestro corazón se endurece, la fuerza de la vida disminuye y aparece la enfermedad.

Aquel que transitó todos los pasos del buscador de la verdad, sus dudas, sus caídas, sus penas y alegrías y que alcanzó una elevada perspectiva para discernir, que no es elegir o rechazar sino comprender, la relatividad del ego y  la Realidad y es su alma la que dirige su ser, puede ser llamado Maestro de la Vida.

En su sabiduría expresada en sus virtudes siempre está dispuesto a dar con generosidad, pero no necesita convencer a nadie ni tener  seguidores y no juzga a quienes lo rechazan o le expresan in-gratitud; su hacer es impersonal, simple y natural y  en armonía con la naturaleza, el mundo, la vida y el Universo.