El egoísmo, un insaciable apego-afecto por uno mismo y los
propios intereses nace en realidad de la falta de amor de sí mismo y se
expresa como lo contrario de la
ecuanimidad, el respeto-consideración y el amor al prójimo.
Desde la in-diferencia, la in-flexibilidad y la omni-potencia nos separamos de nuestros semejantes, de la
naturaleza, del mundo y de Dios. Ya sea desde la visión psicológica o
espiritual el egoísmo es la raíz de las enfermedades psíquicas y físicas, del
karma acumulado.
El deseo de posesión, la satisfacción de todos los anhelos instintivos y materiales
no resuelve el problema esencial del hombre, el sentido de la existencia y el sentimiento de separatividad.
Puede parecer obvio, pero en la práctica rara vez lo es, que la condición para llevar una vida
equilibrada, no-enajenada-separada, es sostener una relación armoniosa consigo
mismo, con los demás, con el mundo; es decir des-envolver un sentimiento de unión. Así hay quienes pretenden
realizar esa unión y trascender el ego mediante la sumisión in-condicional a un
líder, a un grupo, institución o religión.
Ser consciente de nuestra común condición humana, de nuestras miserias y grandezas, de nuestra
ignorancia y nuestro potencial debería ser el primer motivo para que se
re-encuentren los hombres. Virtudes como la generosidad y la conducta ética solo se desarrollan por medio de las relaciones con los demás.
El mejor maestro espiritual
no puede convencer a nadie que no esté
abierto y dispuesto a conocerse a sí mismo, a mirar hacia dentro para purificar
y cambiar estructuras mentales, para abrir y elevar la consciencia a otras
realidades, para comprender y amar al prójimo, para ejercer la libertad interior y realizar la propia realidad.
Aún en contra de la Evolución, nadie puede ser obligado a
crecer interiormente, es una elección que la Creación permite al hombre, y así
al Final de los Tiempos habrá in-evitablemente una cantidad de seres que
quedarán rezagados e imposibilitados de acompañar a la mayoría despierta.
Lo cierto es que las enseñanzas de los Grandes Maestros,
la re-flexión y/o la denuncia sobre las miserias de nuestro mundo, el camino
que nos lleva al abismo, el antídoto para impedirlo y la cura para todo mal que no merezcas, aunque consideradas certeras
y bien intencionadas, luego del primer impacto emocional suelen desaparecer de
nuestro horizonte.
Entre tanta gente que camina con pasos perdidos hacia
ningún lugar (la gratificación in-mediata y efímera), solo algunos pocos entre
las sombras se sienten realmente tocados
en su integridad-intimidad como seres humanos y les hace comprobar la urgencia
de crecer y perfeccionarse, de ver que todo es una oportunidad para aprender.
Lo único que se puede hacer es dar el propio ejemplo de
vida, indicando un camino. Ningún maestro o líder verdadero busca seguidores permanentes y obsecuentes, al
contrario su mayor alegría, y la del Cielo, y motivación más elevada es el
despertar-iluminación de cada ser humano y que éste a su vez se convierta en
maestro de su propia vida desapegándose y aun superando al gurú.
En su revelador trabajo sobre la condición humana, “Psicoanálisis
de la sociedad contemporánea”, Erich Fromm se plantea cómo y por qué puede
estar enferma una sociedad e investiga profundamente la patología de la normalidad.
Se entiende el consenso como la decisión o aceptación de
la mayoría, pero que la mayoría se dirija en una determinada dirección y/o
manifieste ciertas conductas no significa que éstas sean sanas o virtuosas. En
este sentido la democracia bien entendida más que un sistema político es una
actitud espiritual, de respeto y consideración por los demás.
La Evolución, a través del Karma o Destino, no favorece ni
perjudica a nadie, aunque pueda parecer cruel o injusto nos da la posibilidad
de experimentar aquello que debemos aprender a veces muy duramente, más que luchar contra el Karma la sabiduría nos dice
que el primer paso es conciliarnos con él, aceptando lo que es.
Si en verdad queremos cambiar nuestra vida y el entorno que lo acompaña para vivir en paz y armonía con todo lo que
hay debemos empezar por trabajar en nosotros mismos. Estar a la deriva, lo contrario y lo más
común, es esperar in-definidamente, que los demás aspectos,
considerados ajenos o exteriores, cambien y para bien.
Para muchos obtener el poder es visto como una ventaja, un
logro, un éxito y también a veces una manera de enriquecerse materialmente, sin embargo
quienes ostentan el poder suelen ignorar la tremenda carga-responsabilidad que
deberán afrontar por sus actos frente a Aquello
que todo lo ordena, la Ley de causa y efecto es infalible, basta con observar en qué nos convertimos.
La persona dominada por el deseo obsesivo de poder termina
por hacerse dependiente de los demás, en lugar de perfeccionar su propio ser
depende del aplauso, la aceptación y el re-conocimiento de aquellos a quienes pretende dirigir o dominar.
Quien es plenamente consciente de haber sido bendecido con
el poder, de cualquier tipo ya sea político, económico, religioso, etc., sabe
que es en realidad un servidor de Dios
para el beneficio de los demás y nunca de sus propias apetencias egoístas.
Ya estamos en la sexta etapa de extinción masiva de especies en nuestro
planeta. La anterior se debió a una
combinación de factores naturales, la presente se debe a la actitud arrogante y destructora
del ser humano y por eso es llamada por los ecologistas la Era del hombre (¿Homo sapiens?) o Era antropológica.
Y si hablamos de la actitud depredadora e ignorante del
hombre hacia la naturaleza, que es en definitiva hacia sí mismo y en contra de
la armonía del Todo, como la de--forestación
y la contaminación de la tierra, el aire y el agua, debemos mencionar el cambio
climático que no es una teoría y ya nos afecta a todos: las inundaciones, el
aumento de la temperatura, el derretimiento progresivo de los glaciares, el
aumento del nivel del mar, etc.
Además del aumento constante de los residuos, en su mayoría
plásticos que invaden el mar formando a veces verdaderas islas, que son ingeridos
por los animales marinos provocando su enfermedad y/o muerte, ya es un hecho la
acidificación de los océanos producto de la absorción de dióxido de carbono. Aparte
de afectar la cadena alimentaria, es decir a nosotros, sus efectos a mediano y
largo plazo son aún impredecibles.
A diferencia de los otros reinos, el ser humano es el único
que es consciente de sí mismo y de su posibilidad cierta de elevarse hasta alturas in-imaginables. Si el Antiguo
Testamento nos dice que la humanidad predomina
sobre la naturaleza no es la justificación y la razón para pretender
dominarla y luego arrasar con ella. Los intereses egoístas
económicos-políticos predominan
sobre los ecológicos-sustentables y aún
sobre la propia auto-destrucción.
El verdadero mensaje que no puede ser sino de amor y
compasión por el mundo en que vivimos, es que podemos y debemos elevarnos por
encima de las pasiones irracionales que residen en nosotros. El despertar y la
salvación del hombre solo se puede dar en conjunto, es decir en armonía con
toda la Creación: “Si descubrimos en la naturaleza de nuestro mundo las huellas
de Dios, entonces también podremos descubrir la imagen de Dios en nosotros
mismos”. Jürgen Moltmann en Dios en la Creación.
La Tierra es un ser vivo que siente
y tiene un alma, es vida porque de y en ella surge la Vida. El mundo es
parte del cuerpo de Dios, sujeto y
lugar de Su Presencia. Solo si tomamos consciencia de ello podemos crear una
nueva y más íntima relación-comunicación con nuestra Tierra y entre nosotros.
El hombre, la naturaleza, el mundo y el cosmos no están separados, son aspectos
complementarios e inter-dependientes de una misma Realidad.