“Toda la alegría del mundo viene de desear que los demás sean felices, y
todo el sufrimiento, del deseo de la propia felicidad”. Shantideva
Investigando las enseñanzas espirituales encontramos, como en la vida, contra-dicciones, aparentes unas y otras debidas a malas traducciones e interpretaciones. En
las tradiciones esotéricas más antiguas se decía que los textos sagrados están sellados
por siete sellos, en comunión con los siete estados de consciencia. Una máxima Rosa-cruz nos dice: "la religión de un hombre no puede
trascender el nivel de su consciencia espiritual, ni puede ir más allá de los límites
de su propia perspectiva o visión mental".
Según las tradiciones o caminos existen variantes pero en general se
sostiene la importancia de ver las ilusiones, incluso la ilusión de la
existencia del propio ego, que nos presenta esta vida y que de una manera u
otra tarde o temprano nos llevan al sufrimiento. ¿Se podría decir que somos
prisioneros de un mundo sin amor…?
Por otra parte es una gran verdad que cosechamos siempre
lo que sembramos, para bien o para mal. En otras palabras las ilusiones, la
falta de amor, el sufrimiento, etc., no son inherentes a este mundo, las creamos nosotros mismos, así
pretendiendo buscar la ideal felicidad no hacemos más que poner obstáculos para
lograrla.
La secuencia causa-efecto de nuestras conductas la podemos comprobar
en el transcurso de nuestra presente vida, aunque a veces sus consecuencias se
manifiestan en otras existencias, es una Ley natural que no requiere
de eruditas o filosóficas interpretaciones ni de creencias religiosas. Así como es de simple y natural determina en gran medida nuestras condiciones de existencia presentes y futuras.
El problema con la Ley del Karma (que puede llamarse de Consecuencia) es que en general no
somos conscientes de las cosas que hacemos y de las palabras que decimos y cómo
pueden afectar a otros y finalmente a
nosotros mismos. Acá no se trata de ser bueno o malo, ni de un castigo o recompensa divinas, sino de ser inteligentes para comprender y ser plenamente conscientes de la profunda
inter-dependencia de todo lo que existe, que hace que todo lo que sale de
nosotros de manera inexorable siempre vuelve.
Los ejemplos del Buda histórico enseñando cómo despertar
de las ilusiones y el sufrimiento para así alcanzar la Iluminación y no volver
a encarnar en este mundo y de Cristo (“Mi Reino no es de este mundo”) son
ejemplos, muy adelantados, de la perfección que el hombre puede y alguna vez llegará
a realizar.
Así, salir de este mundo, que para algunos es un infierno
y para otros un lugar de aprendizaje y experimentación, para no regresar sería en
principio el sentido o la meta de la Iluminación. Y como una aparente contra-dicción, que es
en verdad la confirmación de la realidad de las enseñanzas espirituales más
sublimes, las almas des-encarnadas que experimentaron una elevada realización espiritual
aspiran a volver a este mundo.
Hay almas que eligen servir a la Creación una y otra vez, vida tras vida.
Por ejemplo Moisés renació como el profeta Elías que encarnó luego como Juan el Bautista. David, que como
Jonás salvó a la ciudad de Nínive, renació luego como Pedro siendo uno de los
Doce elegidos por Cristo y cientos de años después fue Francisco de Asís. Job
que debió pasar por duras pruebas y tentaciones, alcanzó la liberación en su
siguiente vida y luego fue conocido como José de Arimatea, en una vida
posterior fue Sir Galahad en Inglaterra.
Y no quieren regresar precisamente para vivenciar otra vez
las vicisitudes de la existencia humana, a pesar que no pueden ser ajenos a ellas, sino para orientar al hombre
hacia la liberación. En su infinito amor los seres evolucionados-iluminados no pueden sino
anhelar el despertar y el bienestar permanente de todos los seres, sin distinción
alguna. Hacen falta en este mundo muchos obreros-mensajeros portadores de la luz.