7/4/16

La aparente contradicción que termina con todas las contradicciones


“Toda la alegría del mundo viene de desear que los demás sean felices, y todo el sufrimiento, del deseo de la propia felicidad”. Shantideva


Investigando las enseñanzas espirituales encontramos, como en la vida, contra-dicciones, aparentes unas y otras debidas a malas traducciones e interpretaciones. En las tradiciones esotéricas más antiguas se decía que los textos sagrados están sellados por siete sellos, en comunión con los siete estados de consciencia. Una máxima Rosa-cruz nos dice: "la religión de un hombre no puede trascender el nivel de su consciencia espiritual, ni puede ir más allá de los límites de su propia perspectiva o visión mental".

Según las tradiciones o caminos existen variantes pero en general se sostiene la importancia de ver las ilusiones, incluso la ilusión de la existencia del propio ego, que nos presenta esta vida y que de una manera u otra tarde o temprano nos llevan al sufrimiento. ¿Se podría decir que somos prisioneros de un mundo sin amor…?

Por otra parte es una gran verdad que cosechamos siempre lo que sembramos, para bien o para mal. En otras palabras las ilusiones, la falta de amor, el sufrimiento, etc., no son inherentes a este mundo, las creamos nosotros mismos, así pretendiendo buscar la ideal felicidad no hacemos más que poner obstáculos para lograrla. 

La secuencia causa-efecto de nuestras conductas la podemos comprobar en el transcurso de nuestra presente vida, aunque a veces sus consecuencias se manifiestan en otras existencias, es una Ley natural que no requiere de eruditas o filosóficas interpretaciones ni de creencias religiosas. Así como es de simple y natural determina en gran medida nuestras condiciones de existencia presentes y futuras.

El problema con la Ley del Karma (que puede llamarse de Consecuencia) es que en general no somos conscientes de las cosas que hacemos y de las palabras que decimos y cómo pueden  afectar a otros y finalmente a nosotros mismos. Acá no se trata de ser bueno o malo, ni de un castigo o  recompensa divinas, sino de ser inteligentes para comprender y ser plenamente conscientes de la profunda inter-dependencia de todo lo que existe, que hace que todo lo que sale de nosotros de manera  inexorable siempre vuelve.

Los ejemplos del Buda histórico enseñando cómo despertar de las ilusiones y el sufrimiento para así alcanzar la Iluminación y no volver a encarnar en este mundo y de Cristo (“Mi Reino no es de este mundo”) son ejemplos, muy adelantados, de la perfección que el hombre puede y alguna vez llegará a realizar.

Así, salir de este mundo, que para algunos es un infierno y para otros un lugar de aprendizaje y experimentación, para no regresar sería en principio el sentido o la meta de la Iluminación. Y como una aparente contra-dicción, que es en verdad la confirmación de la realidad de las enseñanzas espirituales más sublimes, las almas des-encarnadas que experimentaron una elevada realización espiritual aspiran a volver a este mundo.

Hay almas que eligen servir a la Creación una y otra vez, vida tras vida. Por ejemplo Moisés renació como el profeta Elías que encarnó luego como Juan el Bautista. David, que como Jonás salvó a la ciudad de Nínive, renació luego como Pedro siendo uno de los Doce elegidos por Cristo y cientos de años después fue Francisco de Asís. Job que debió pasar por duras pruebas y tentaciones, alcanzó la liberación en su siguiente vida y luego fue conocido como José de Arimatea, en una vida posterior fue Sir Galahad en Inglaterra.

Y no quieren regresar precisamente para vivenciar otra vez las vicisitudes de la existencia humana, a pesar que no pueden ser ajenos a ellas, sino para orientar al hombre hacia la liberación. En su infinito amor los seres evolucionados-iluminados no pueden sino anhelar el despertar y el bienestar permanente de todos los seres, sin distinción alguna. Hacen falta en este mundo muchos obreros-mensajeros portadores de la luz.