A pesar que
hasta la ciencia actual reconoce sus beneficios terapéuticos físicos, mentales
y emocionales, como por ejemplo un gran poder de relajación y concentración, de
atención y lucidez, para muchos occidentales, sino para la mayoría, el arte
milenario de la meditación sigue siendo algo extraño, esotérico, y por lo menos
difícil de realizar, y esto genera muchas trabas y prejuicios para su practica.
Hay muchos
tratados sobre meditación, algunos de ellos la estimulan y facilitan, y hay
otros que proponen un ritual realmente complicado para el neófito buscador, al
punto de hacer perder el entusiasmo y creer que es una practica solo accesible
para entendidos.
Si bien la
meditación suele estar integrada a una determinada creencia o camino espiritual
con sus propias pautas y características que determinan un sistema, en verdad
no es necesario seguir una religión o credo, aunque si es conveniente aprender
con un maestro o facilitador.
Hay también quienes, por ejemplo, siguiendo el
cristianismo practican la meditación budista. En todo caso, más que aprender
una técnica determinada, y muchas son realmente muy sencillas, el problema de
fondo es tomar la decisión y desarrollar una firme voluntad y auto-disciplina
para practicarla. Al igual que para otros temas de la vida, hay que tener la
convicción de que es algo beneficioso para uno.
En Occidente, si
bien hay quienes por propia disposición interior tienen más facilidad para la
contemplación y la concentración, para la gran mayoría agobiada por problemas,
reales o no, y por pensamientos y deseos generados sin pausa por una mente
mecánica que se torna incontrolable, la meditación aparece como algo casi
utópico y, sin embargo es una de las herramientas más eficientes para frenar la
mente y los pensamientos.
Aun conociendo
sus beneficios, detenerse, encontrar un espacio y dedicarse algunos minutos
diariamente a meditar, para muchos resulta algo increíblemente difícil y
complicado de hacer. Quienes sean sensibles, intuitivos, podrán percibir
también, además de todas las razones invocadas para no meditar, el temor, nunca
expresado, de conocerse a uno mismo, de des-velar la propia verdad, porque
entonces algunas cosas podrían cambiar.
Hay quienes
desarrollan ciertas actividades, artísticas por ejemplo, que les permiten
abstraerse y detener los pensamientos perturbadores y al mismo tiempo ser
creativos y estar plenamente conscientes de lo que están haciendo.
Ya asumiendo la
decisión de meditar, solo la práctica concreta, la paciencia y la perseverancia
desarrollarán el hábito y la auto-disciplina en el tiempo, hasta llegar al
punto de sentir la necesidad y el placer de meditar diariamente como se
necesita el alimento para vivir.
¿Y entonces, qué
es en definitiva la meditación, y para qué sirve?
Meditar es
acceder a un estado de conciencia, no se trata de poner la mente en blanco como
a veces se cree, como técnica es la actitud de enfocarse en algo, la
respiración por ejemplo, y al mismo tiempo estar bien consciente de lo que se
esta haciendo.
Si en algún
momento de reflexión podemos ver y tomar conciencia de la actividad incesante
de la mente y de la multitud de pensamientos propios y ajenos que percibimos y
nos afectan permanentemente, podemos llegar a preguntarnos: ¿Quién maneja mi
vida en definitiva, la mente y los pensamientos o mi conciencia interior?
La meditación es
un método para detener la mente mecánica y los pensamientos que nos aturden y confunden,
para afirmar: “Yo Soy quien controla mi vida, mi cuerpo, mi mente y mis
pensamientos”.
Por medio de la
meditación conectamos con nuestro ser interior, con el si mismo, y desde ahí
podemos conectar con la tierra y con el cielo, con nuestro aspecto material y
con el espiritual, y armonizarlos.
Empezando por
meditar durante unos 15 o 20 minutos diariamente, con el tiempo y la práctica
podemos llegar a experimentar un estado meditativo, un estado de conciencia
permanente, en cualquier momento y lugar; y para llegar a sentirnos dueños de
nuestra propia vida bien vale la pena el esfuerzo y la auto-disciplina para la
práctica.