28/4/10

Vida en la naturaleza


Experiencias de vida en la naturaleza, semejanzas con las vivencias en el camino espiritual

“Ahora debo bajar hacia el llano…hacia la supuesta normalidad, o sea hacia la vida concreta…donde nos agotamos en perseguirnos los unos a los otros sin jamás entender nada. De verdad creo y lo pienso en este momento, que no existe ningún puesto de contemplación mejor que los solemnes lugares lejos de toda contaminación.
Desde aquí el mundo de los hombres parece ser solo de locuras o de oscuridad en su interior…¡¡Pensar que lo creen vivo por caótico y ruidoso!!” Walter Bonatti (considerado uno de los mejores escaladores del mundo de todos los tiempos), antes de bajar del Hielo Continental Patagónico.

“Una verdadera vida espiritual comienza en la naturaleza, siendo como un niño. Una vez que la verdadera conexión con tu ser inferior sucede, solo entonces podrás conectar con tu ser superior. Será la Madre Tierra quien dirá si estas listo y te presentará al Ser Superior” Drunvalo Melchizedec

Desde que era muy pequeño empecé a descubrir mi amor por la naturaleza, y tal vez, pienso ahora, también queriendo alejarme de un contexto general que no me gustaba ni comprendía. Pasaba una gran parte de mis momentos de ocio leyendo libros de viajes y expediciónes, y nunca perdía la oportunidad de una salida, así fuera faltando a mis obligaciones del momento (estudio, trabajo, relaciones). De alguna manera, inconsciente, ya estaba buscando un refugio interior. Mis primeros campamentos por la zona se fueron transformando en viajes cada vez más lejanos y finalmente en salidas de trekking y expediciónes a la montaña.

Pero me llevó mucho tiempo empezar a ver que esas experiencias de vida en la naturaleza me iban conduciendo, sin darme cuenta, a la introspección, a la búsqueda interior. Y así, de a poco, fui descubriendo que mis salidas tenían muchos patrones comunes con las etapas del sendero espiritual, como dos maneras distintas de recorrer el mismo camino.

El siguiente relato, es una síntesis basada en la travesía que hicimos en Marzo del 2009 con dos amigos, caminando durante cinco días, cruzamos la cordillera desde paso El León en Río Negro, Argentina, hasta llegar a Cochamó, en la costa del Pacífico, Chile, pasando por bosques, subiendo montañas y cruzando ríos y lagos. Elegí esta salida porque encuentro que de alguna manera resume y cierra muchas experiencias vividas en viajes anteriores:

Cuando salimos de viaje a la naturaleza, y cuando valoramos cada etapa del camino, cada lugar, su gente y su cultura por donde pasamos, es tan importante el recorrido como el destino final. Y entonces cada experiencia es una oportunidad para aprender y crecer.

Empezando a caminar por el sendero, el terreno puede volverse muy difícil, con pendientes y descensos muy fuertes. Dentro del bosque cerrado y en lugares muy húmedos hay que caminar sobre el barro y los mallines, a veces hasta enterrarse. 

Como uno arrastra los hábitos y pensamientos de la forma de vivir, en algún momento, debido al agotamiento y al cambio de entorno de los primeros días, solemos expresar un carácter irascible. Podemos llegar a sentirnos al límite físico y mental, realmente exhaustos, y entonces suele ocurrir que en algunos de esos momentos nos preguntamos ¿Qué estoy haciendo acá?

Llevando como carga lo que podamos guardar en la mochila y cuando empezamos a sufrir los 20 kilos o más, que llevamos en la espalda ¡Cuánto quisiéramos poder deshacernos de esa pesada carga! (Y qué pesada mochila llevamos a veces en nuestra vida cotidiana, ¡ni siquiera somos conscientes!)

La mayoría de estas cosas suceden generalmente, y por suerte, en la primera etapa del sendero, luego normalmente, uno se va aclimatando al entorno y se acostumbra al esfuerzo, se siente pero se sufre menos, y por otra parte se asume que no hay alternativas si queremos seguir caminando hasta nuestro objetivo.

En lugares muy agrestes a veces el sendero desaparece, se pierde la huella, y entonces todo depende de la buena orientación y la intuición entrenadas luego de varias salidas, es como que el camino lo va haciendo uno mismo.

Después de pasar varios días caminando y viviendo en medio de la naturaleza, uno empieza a sentirse cada vez más integrado con el lugar, con la tierra, el agua, los árboles y las piedras, y de a poco se va olvidando de los hábitos propios de la forma de vivir en su lugar de origen; se empieza a vivir cada momento como único, no hay pasado ni futuro. 

Si uno se dispone bien y se abre, puede llegar a percibir que se va llenando de prana, la energía vital, y teniendo alguna fuente de agua cristalina cerca para beber y zambullirse, uno se siente pleno y experimenta no necesitar nada más.

En esos momentos surge espontáneamente la actitud de tocar y abrazar un gigantesco alerce que guarda la sabiduría de milenios, y también saludar, agradecer y honrar desde lo más profundo del ser a la Madre Tierra (Namasté).

Por el sendero, se va conociendo pobladores que viven en medio de la nada, según la visión del habitante de la ciudad, y en medio del Todo según ellos mismos. Nunca encontré a alguien que no se sintiera feliz ni fuera muy amable en estos lugares, nadie que se quejara, nadie que conociera el progreso de la civilización y quiera dejar su lugar, aun viviendo solo, sin tele, dvd ni computadora.

Una vez alcanzado el destino final, uno se relaja y regocija admirando el paisaje, y reflexionando sobre el camino recorrido, re-conoce que por mucho valió la pena el esfuerzo realizado, así también como una forma de superarse a uno mismo, y entonces cesan los pensamientos, inclusive el recuerdo de las dificultades sufridas, se experimenta un profundo bienestar y paz interior (completud). Uno quisiera quedarse ahí para siempre.

Y entonces, ya próximo el regreso, más que la tranquilidad de empezar a volver, se experimenta tristeza por lo que se empieza a dejar, y uno termina por preguntarse ¿para qué volver?”

Tal vez la respuesta posible sea: volver al mundo que conocemos renovado mental y físicamente y enriquecido interiormente para seguir creciendo, y también para intentar compartir y transmitir que hay otro cielo, otras formas de percibir, de sentir y de vivir.

Después de muchos años de reflexionar y meditar sobre estas vivencias, tratando de encontrar mi lugar, creo finalmente que nuestro verdadero hogar, nuestro lugar en el mundo esta en nuestro interior, desde donde podemos llegar a sentirnos uno con todo lo que hay.

                                                                           
                                                                                                                                                                                  
                   


                                                                              

7/4/10

Conociéndonos




Solo reconociendo nuestra propia ignorancia, nuestras creencias y condicionamientos adquiridos y las limitaciones del propio ego y la personalidad, podremos llegar a ver y comprender la des-armonía, el des-equilibrio y la estrechez de miras en nosotros mismos y en los demás.

Andamos por la vida pensando y creyendo que sabemos quiénes y cómo somos, que siempre tenemos claro qué debemos hacer y qué es lo “correcto”. Es un lugar común la expresión: ¡“yo soy así y no voy a cambiar”!, y entonces ¿para qué me sirve el auto-conocimiento? Y cada uno está en lo cierto según su propio punto de vista o perspectiva, su nivel de comprensión y de conciencia.

Sin embargo tanto disciplinas como terapias con un enfoque holístico muy a menudo nos revelan rasgos y conductas desconocidos para la conciencia y a veces muy diferentes de los esperados.

No es lo mismo ser consecuente, y/o estar apegado, con una forma de pensar, que ser coherente con nuestra propia verdad actual. Y, en el mejor de los casos, nuestra percepción del mundo y del universo va cambiando y creciendo junto con nuestra verdad y nuestra conciencia. También sería de esperar que cambiaran para bien nuestros valores, nuestra conducta ética y la forma de relacionarnos con los demás.

De otro modo pasar por la vida sin experimentar cambios profundos, sin enriquecernos interiormente, sería una existencia sin sentido, oscura, muy limitada y vacía, sin la luz y la alegría que da la sabiduría. 

Tener más años, más experiencias y conocimientos no significa necesariamente ser más consciente y abierto a otras realidades; todos conocimos personas que llegadas a su último suspiro de vida siguen manteniendo pautas y pensamientos in-flexibles, adquiridos como férreos condicionamientos y anclados en la etapa mental de la adolescencia o la juventud.

También se podría hablar de involución, pues mantener rígidamente y a lo largo de la vida una misma forma limitada de ver y pensar no solo es no crecer ni avanzar sino que implica retroceder al menos un lugar en el tablero del juego de la vida.

Siempre resulta fácil considerar lo que creemos imperfecciones de los demás y es habitual pensar, hablar y criticar las características que percibimos como negativas de la personalidad y la conducta de tal o cual persona. Esta actitud podría ser una forma de aprendizaje si sirviera como modelo para no imitar y para cuestionarnos qué aspectos de eso que vemos y criticamos en los demás tenemos incorporados nosotros mismos, en lugar de expresar simplemente una apreciación superficial.

En el mundo de la psicología se trabaja con las proyecciones, así las falencias y debilidades que notamos y criticamos en los otros no serían otra cosa que una proyección en los demás de nuestras propias carencias. 

En cualquier caso, ya sean proyecciones o percepciones, lo que vemos y criticamos en los demás es una parte de nosotros mismos que negamos o rechazamos, pudiendo ser aspectos negativos o positivos y elevados, de ahí que nos moleste y duela tanto hasta el punto de hacerse insoportable para el propio ego.

Si podemos llegar a ver conscientemente este proceso de ida y vuelta podremos percibir que la in-comprensión no viene de afuera, está en nuestro interior, y que solo mediante el auto-conocimiento podemos develar quiénes somos, cómo y por qué sentimos, pensamos, decimos y hacemos, para entonces poder elegir y decidir quiénes y cómo queremos ser.

Lo primero establece un punto de partida, saber dónde estamos ubicados, lo segundo es una actitud creativa, decidir hacia dónde queremos ir. Y no existe ningún punto de partida si no sabemos bien a donde ir.

Podemos estudiar, reflexionar, teorizar, comparar y aprender sobre las cosas del mundo, sobre las ideas, las formas de vida, los valores y las conductas de los demás, pero si en verdad aspiramos al cambio y al crecimiento interiores, a una auto-transformación, debemos trabajar más que nada en el conocimiento profundo de nosotros mismos.