7/4/10

Conociéndonos




Solo reconociendo nuestra propia ignorancia, nuestras creencias y condicionamientos adquiridos y las limitaciones del propio ego y la personalidad, podremos llegar a ver y comprender la des-armonía, el des-equilibrio y la estrechez de miras en nosotros mismos y en los demás.

Andamos por la vida pensando y creyendo que sabemos quiénes y cómo somos, que siempre tenemos claro qué debemos hacer y qué es lo “correcto”. Es un lugar común la expresión: ¡“yo soy así y no voy a cambiar”!, y entonces ¿para qué me sirve el auto-conocimiento? Y cada uno está en lo cierto según su propio punto de vista o perspectiva, su nivel de comprensión y de conciencia.

Sin embargo tanto disciplinas como terapias con un enfoque holístico muy a menudo nos revelan rasgos y conductas desconocidos para la conciencia y a veces muy diferentes de los esperados.

No es lo mismo ser consecuente, y/o estar apegado, con una forma de pensar, que ser coherente con nuestra propia verdad actual. Y, en el mejor de los casos, nuestra percepción del mundo y del universo va cambiando y creciendo junto con nuestra verdad y nuestra conciencia. También sería de esperar que cambiaran para bien nuestros valores, nuestra conducta ética y la forma de relacionarnos con los demás.

De otro modo pasar por la vida sin experimentar cambios profundos, sin enriquecernos interiormente, sería una existencia sin sentido, oscura, muy limitada y vacía, sin la luz y la alegría que da la sabiduría. 

Tener más años, más experiencias y conocimientos no significa necesariamente ser más consciente y abierto a otras realidades; todos conocimos personas que llegadas a su último suspiro de vida siguen manteniendo pautas y pensamientos in-flexibles, adquiridos como férreos condicionamientos y anclados en la etapa mental de la adolescencia o la juventud.

También se podría hablar de involución, pues mantener rígidamente y a lo largo de la vida una misma forma limitada de ver y pensar no solo es no crecer ni avanzar sino que implica retroceder al menos un lugar en el tablero del juego de la vida.

Siempre resulta fácil considerar lo que creemos imperfecciones de los demás y es habitual pensar, hablar y criticar las características que percibimos como negativas de la personalidad y la conducta de tal o cual persona. Esta actitud podría ser una forma de aprendizaje si sirviera como modelo para no imitar y para cuestionarnos qué aspectos de eso que vemos y criticamos en los demás tenemos incorporados nosotros mismos, en lugar de expresar simplemente una apreciación superficial.

En el mundo de la psicología se trabaja con las proyecciones, así las falencias y debilidades que notamos y criticamos en los otros no serían otra cosa que una proyección en los demás de nuestras propias carencias. 

En cualquier caso, ya sean proyecciones o percepciones, lo que vemos y criticamos en los demás es una parte de nosotros mismos que negamos o rechazamos, pudiendo ser aspectos negativos o positivos y elevados, de ahí que nos moleste y duela tanto hasta el punto de hacerse insoportable para el propio ego.

Si podemos llegar a ver conscientemente este proceso de ida y vuelta podremos percibir que la in-comprensión no viene de afuera, está en nuestro interior, y que solo mediante el auto-conocimiento podemos develar quiénes somos, cómo y por qué sentimos, pensamos, decimos y hacemos, para entonces poder elegir y decidir quiénes y cómo queremos ser.

Lo primero establece un punto de partida, saber dónde estamos ubicados, lo segundo es una actitud creativa, decidir hacia dónde queremos ir. Y no existe ningún punto de partida si no sabemos bien a donde ir.

Podemos estudiar, reflexionar, teorizar, comparar y aprender sobre las cosas del mundo, sobre las ideas, las formas de vida, los valores y las conductas de los demás, pero si en verdad aspiramos al cambio y al crecimiento interiores, a una auto-transformación, debemos trabajar más que nada en el conocimiento profundo de nosotros mismos.