Para ser una buena persona, honrada y compasiva no es imprescindible
creer en Dios o en una religión determinada. Por otra parte aferrarse
ciegamente a las experiencias religiosas-emocionales puede finalmente impedir el abrirse
plenamente a la realización verdadera; mucho daño se ha hecho invocando en vano
el nombre de Dios y de la religión. En el budismo por ejemplo la fijación en
las vivencias cumbre se considera como una
variante-trampa de la fijación en el ego.
La travesía espiritual es un viaje hacia la libertad que implica un
constante des-prendimiento, se trata de soltar y no de acumular cosas y condicionamientos, interpretaciones, pre-juicios, conceptos rígidos y salir de las dualidades-ilusiones, así
sean las tentaciones del mundo terrenal como la percepción de la
felicidad eterna que como meta nos sugiere el camino espiritual.
“Cuando trasciendas los sentimientos sagrados y profanos, el Ser se revelará tal cual es, Real y Eterno. Para despertar al Ser debes cortar todas tus ataduras”. (La Herencia, Zen).
“Cuando trasciendas los sentimientos sagrados y profanos, el Ser se revelará tal cual es, Real y Eterno. Para despertar al Ser debes cortar todas tus ataduras”. (La Herencia, Zen).
El conocimiento sobre la esencia del ser humano y su misión en este
planeta se ha distorsionado tanto que el hombre perdió el rumbo, se perdió a sí
mismo y precisa un mapa espiritual que
le permita re-encontrar el sendero perdido. Solo por medio del desarrollo de la
facultad espiritual, que trasciende a las religiones, puede el hombre obtener
las fuerzas necesarias para hacer crecer la semilla mediante la cual el
alma puede experimentar la divinidad en sí misma y por consiguiente en los demás
y en todo lo que hay.
Son muy pocos aquellos que logran realizar sus ideales y no hablamos de
los ideales mundanos-egoístas sino de los más elevados del alma. En este
sentido no suele coincidir lo que queremos ser, como nuestra aspiración más
elevada, y si en verdad la sabemos, con lo que somos en la práctica. Una buena
parte de las crisis existenciales que padecemos, angustia, depresión,
sentimiento de vacío o separación, enfermedad física y/o mental, etc., se deben
al hecho de negar, reprimir o postergar in-definidamente aquellos ideales.
Cuando rechazamos o ignoramos nuestros propios ideales más íntimos la
consecuencia inmediata y lógica es adoptar los ideales de otros, o del entorno,
considerados los más convenientes y beneficiosos, los reconocidos y socialmente aceptados, en
otras palabras seguir al rebaño. En el transcurso de la vida vamos definiendo y
eligiendo, conscientes o no, la realidad que queremos vivenciar, pero eso no
significa que las otras realidades dejen de existir.
Conocerse a sí mismo en el sentido de saber por qué y ser
plenamente conscientes de lo que pensamos, decimos y hacemos en el mejor de los
casos para rectificar errores y crecer es ya un logro que nos aleja del
automatismo egoísta. Jesucristo nos dejó muchas enseñanzas al respecto, por ejemplos: “Por
qué criticas la paja en el ojo ajeno y no ves la viga en el tuyo” o “Quien esté
libre de pecado que arroje la primera piedra”, etc.
Pero en su sentido más profundo o espiritual la frase “conócete
a ti mismo” invocada por Iniciados y Maestros de todos los tiempos se refiere
no al hecho de conocer cómo somos, es decir nuestra personalidad, sino a
re-conocer, rescatar y seguir los ideales de nuestra esencia divina,
consciencia trascendente o alma: no yo
sino lo divino que hay en mi interior mas profundo.
Ni por medio de la razón, de la erudición ni de la voluntad podemos crear amor y jamás se
comprenderá la esencia de las verdades espirituales sino es a través del amor; las enseñanzas
espirituales no tendrían sentido si fueran solo para salvarse uno mismo sin contemplar a los demás. Y solo por medio de
la fuerza del verdadero amor podemos desplegar nuestras alas de libertad para
alcanzar las alturas más elevadas.