Aunque tenga que
soltar tu mano,
nada podrá
deshacer jamás
nuestros lazos…
Aunque te vele
desde otra orilla,
lo que hagas, lo
que te pase,
yo estaré
contigo como antes;
aunque salgas a
la deriva,
el estado de
gracia, las fuerzas vivas,
volverán más
rápido que puedas creer.
(Tantas bellas
cosas, Francoise Hardy.)
En un tiempo muy
lejano existió una inmensa sabiduría en la Tierra que fue compasivamente
derramada para beneficio de toda la humanidad por entidades o Jerarquías espirituales que luego se
retiraron. ¿Y por qué nos dejaron, acaso nos abandonaron?
Su influencia
ahora, sin la presencia física, menor o menos directa que antes, sigue
existiendo desde el cosmos. Y el sentido profundo de este hecho trascendente no
es otro que permitir que el hombre gane paulatinamente su independencia y
libertad interior para concretar finalmente su auto-realización, y donde cada
uno será su propio sacerdote-mago. El propósito es dejarnos Ser.
En sus inicios
la Astrología, como ciencia sagrada, estudiaba la influencia de los planetas en
el hombre desde los tonos en que vibran y las cualidades o fuerzas que poseen e
irradian las distintas Jerarquías que habitan esos planetas y que antes
estuvieron en la Tierra. En los dibujos y pinturas de los alquimistas todavía
se puede ver como asociaban y representaban los antiguos a los planetas con
determinadas entidades.
La oposición
materia vs. espíritu carece de sentido si la observamos desde el centro del
ser, cuando los maestros hablan del corazón del hombre se refieren a este
centro, y entonces re-conocemos que la
materia fue moldeada por el espíritu, es su manifestación externa, y en este
sentido lo material-natural (y no distorsionado o des-naturalizado) no puede
ser malo, el tema es cómo, para qué, y desde donde lo usamos, o abusamos. Desde
nuestro centro, Tai-chi o estado meditativo, o desde el ego.
La física
cuántica ya demostró que una partícula que en un instante es energía, en otro
momento puede ser materia; algo que desde hace eónes sabe la ciencia
espiritual; material-visible o espiritual- invisible no son mas que términos
relativos.
Por otra parte
si reducimos nuestra vida a una existencia físico-material, como un cuerpo sin
alma, “prisioneros del hábito finito de velos adictivos a los objetos”, no
tendremos vuelo para poder conversar con
las estrellas; “la puerta es estrecha, pero del otro lado se encuentra el
Infinito” Ohsawa.
En Occidente se
percibe un alejamiento de las Escrituras
en lugar de aplicarlas en la vida
cotidiana ¿Acaso fueron mal interpretadas, in-comprendidas, o es la decadencia
de este ciclo? En apariencia se puede ver como una combinación de causas
in-terdependientes, en lo profundo todo espera un sentido.
Para un espíritu
libre, por ejemplo dentro del catolicismo, cuesta mucho digerir la idea de un
Dios colérico que castigaba sin piedad a los malos, como manifiesta el relato
del Antiguo Testamento, y que nada tiene que ver con los principios de amor y compasión. “La resurrección del cuerpo físico es una
superstición moderna en la cual no creyó jamás ninguno de los filósofos
antiguos o verdaderos cristianos” (Paracelso en Paramir, Lib. II)
Hay quienes
buscan señales, no quieren seguir las ideas religiosas convencionales y
paternalistas de la iglesia y por otro lado en su intimidad sienten que hay
algo profundo, un sello interior, para des-envolver, y aunque en principio su
búsqueda es exterior, en el fondo se encuentran en un proceso, no consciente
todavía, de prueba y error, de in-dividuación, de ser a través de su propia
experiencia testimonio individual de la Verdad.
Cada vez más
psicólogos, terapeutas y médicos re-conocen y ven en las emociones y
pensamientos fuerzas que pueden adquirir
un carácter tenebroso (la enfermedad) cuando nos encuentran des-centrados,
divididos o débiles en lo anímico-espiritual. El cuerpo no miente, demuestra y
re-clama atención sobre nuestra verdadera realidad interior.
Surgen así
infinidad de técnicas y tratamientos para tratar de controlar y armonizar estas
energías. Pero lo que muchas veces los terapeutas, a pesar de llamarse
holísticos y de su buena voluntad y conocimiento no consideran, es que no somos
nuestras emociones y pensamientos sino que estos pertenecen a la forma
transitoria. No se contemplan los principios y leyes espirituales.
El truco de los maestros de todos los tiempos es
precisamente no identificarse y menos apegarse a esas fuerzas egoicas. No se
trata de controlarlas o re-primirlas sino de estar atento y observar cuando
aparecen para soltarlas. Por cierto que cuando perduran y se convierten en
obsesivas es necesario canalizarlas y/o transformarlas.
Un vegetariano
consumado que ama a los animales y sufre por la violencia hacia ellos y un fiel
religioso orando por la paz, ambos con ira re-primida, a pesar de las
apariencias nutrirán sus cuerpos y sus mentes con odio y violencia.
No hay nada que
no esté incluido en la mente: “Sus nombres son in-contables en varios
contextos: la mente-realidad; el ego; la ausencia de ego; la sabiduría
trascendente; la naturaleza de Buda; el Gran Sello, el Cimiento, etc.” “¡Te
guste o no, observa tu mente! Tu propia mente es el infinito Cuerpo de la Verdad”.
(Padma Sambava en El Credo Tibetano del Morir y del Renacer).
Las emociones
son otra forma de actividad mental como respuesta a un estímulo. Los yoguis
practicaban la auto-reparación energética, sabían cómo dirigirse a la mente de
las células para modificar y/o
re-establecer el equilibrio y la salud de los distintos órganos y/o funciones
del cuerpo.
De conversaciones con los seres elementales de la naturaleza se advierte que estos demuestran
inquietud ya que las entidades espirituales que los rigen lentamente se irán
retirando, y la responsabilidad de su dirección quedará finalmente en manos de
los hombres; una relación que fue íntima y mágica en épocas muy lejanas.
Así, la vida del
ser humano es un transitar entre el determinismo o condicionamiento y la
libertad interior,pero siempre de acuerdo a las Leyes.La tendencia evolutiva,
como un orden natural, y el devenir espiritual, como fue la venida del Cristo a
la Tierra, demuestran un proceso donde el hombre una vez Universal, libre de dogmas,
mandamientos e interpretaciones caprichosas, finalmente experimentará por sí
mismo y en sí mismo los principios y las verdades más elevadas.