Cuando los modelos que tuvimos y/o tenemos ya no nos sirven como ejemplos
para imitar, cuando la realidad parece haber perdido su alma, tenemos que ser buscadores creativos y estar abiertos y sin
pre-juicios para encontrar.
A falta de apertura y des-envolvimiento interior se
manifiesta una fuerte tendencia, a menudo in-consciente, a repetir de adultos
aquellas conductas que vivenciamos y que más nos marcaron de chicos, en esa
etapa donde tanto necesitamos sentirnos amados, comprendidos y contenidos. Es
así que muchos adultos no saben cómo o no pueden dar y además sufren y
re-claman, como niños abandonados, el amor que entonces no recibieron. En esto
esta la raíz de la actitud de dar para
conseguir afecto y de la agresividad ante el pánico de ser siempre rechazado y
nunca amado ni comprendido.
En nuestro transitar por este mundo recibimos de todo,
experimentamos situaciones agradables y otras injustas, a veces nos llegan
palabras benevolentes, de re-conocimiento, y otras veces recibimos frases y
actitudes groseras llenas de in-comprensión, odio y re-sentimiento; es la vida,
¿qué podemos hacer si ella es así? A pesar de las mejores intenciones no
podemos controlar todo lo malo que nos viene de afuera, pero si podemos
aprender a manejar y elevar todo aquello que sale de nosotros. Es lo que decía
Cristo al afirmar: “Lo importante no es lo que entra por tu boca, sino lo que
sale de ella”.
Hay quienes dirigen lo que consideran lo mejor de ellos mismos hacia un
ser en especial, a veces puede ser una mascota o una flor, es una forma de
sentirse vivos. Pero a veces sentimos una dicha o plenitud interior y no
tenemos a alguien hacia quien dirigirla,
entonces lo mejor que podemos hacer es dedicarla a todos los seres sin
distinción o a la Tierra y por qué no a las estrellas.
Algo del centro del corazón podemos darlo al viento que lo llevará, y no importa de quien es si une lo lejano, a través del campo, las montañas y el mar y por sobre las tinieblas y todas las des-venturas.
Algo del centro del corazón podemos darlo al viento que lo llevará, y no importa de quien es si une lo lejano, a través del campo, las montañas y el mar y por sobre las tinieblas y todas las des-venturas.
Una sonrisa fresca junto a una mirada cómplice que dan un
toque de atención, pueden hacer que se esfumen todos los miedos y las tensiones. En el Tao se
habla de la importancia de dirigir una sonrisa a los órganos del cuerpo como
herramienta para mantener el equilibrio, la armonía y la salud. En el Tai-chi
se considera algo esencial y primario
que el propio organismo pueda confiar en nosotros.
Una vez afirmados el bienestar interior, el amor y la compasión, son estados del ser y como tales en principio no
dependen de factores exteriores. Amar a los demás es anhelar por sobre todas
las cosas el bienestar y la realización plena del prójimo, trabajando en lo
interior y lo exterior para ello, y en
verdad, ¿hasta dónde se puede ser feliz o exitoso sabiendo de tanto sufrimiento por doquier? La clásica frase "si no te amas a ti mismo no podrás amar a los demás" por cierto que conlleva una
verdad, aunque mal entendida da lugar a una trampa del ego: primero
yo. Pero nunca consideramos la otra cara de la moneda como una gran verdad: si
no podemos amar a los demás en verdad no nos amamos a nosotros mismos.
“Todos los sufrimientos, sin excepción, vienen del deseo de gozo para
uno mismo, mientras que la budeidad perfecta nace del deseo de hacer felices a
los demás; esta es la razón por la que cambiar por completo la felicidad propia
por la de los demás es una práctica propia de bodhisattvas.” Dalai Lama
Por otro lado, de qué serviría sumar más sufrimiento, el propio, sentirse apenado o agobiado por el dolor y la
ignorancia de los demás, si uno no está bien, centrado en el ser, es muy
difícil poder ver una luz, una salida, ni para uno mismo ni para ayudar al
prójimo. Pero hay un camino que consiste en re-conocer e in-corporar el sufrimiento ajeno
pero sin retenerlo, es decir pasarlo a través del corazón transformándolo, purificándolo,
para luego de-volverlo como bienestar para todos los seres incluyendo, y en particular, a aquellos que más nos cuesta amar.
Además de las enseñanzas directas de los grandes maestros existen
in-numerables desarrollos que
amplían y se enfocan en determinados aspectos a veces muy abstractos, algo característico de nuestra época Es tanto
el conocimiento al cual se puede acceder que si se quisiera profundizar en cada
aspecto no alcanzaría una vida para lograrlo. Sin embargo la gran paradoja es
la ignorancia y la forma de vida limitada que subsisten.
Todo conocimiento para poder ayudarnos a comprender la vida, a elevarnos y abrir
nuestra perspectiva es bueno si nos es útil, si lo llevamos a la práctica, no se trata de creer o no creer, la
sabiduría consiste en vivenciar ese conocimiento, de poder ver lo que es. El
Buda les decía a los monjes que no creyeran en sus enseñanzas simplemente
porque era él quien las daba, sino que primero las experimentaran y comprobaran
en sus propias vidas.
De todas las enseñanzas espirituales una de las más
significativas y trascendentes, como la más elevada y concreta expresión de amor y
compasión de Aquellos que la realizaron para ser derramada sobre toda la
humanidad, es la de absorber, asumir, el sufrimiento humano para transformarlo y
re-dirigirlo como energía de bienestar y liberación hacia todos los seres. Es
una práctica tan sencilla y transparente como increíblemente profunda, aquí no
hay misterios ni se requiere de una
religión determinada, que puede cambiar el mundo.
Todos podemos hacer esta práctica sin miedos,
pero no desde el ego incapaz de ocuparse
de otra cosa que no sea él mismo, sino desde lo más profundo del ser, en los
momentos de introspección o durante la meditación y/o la oración. Con
diferentes palabras Buda y el Cristo, como grandes ejemplos a seguir, lo
enseñaron y lo realizaron en sí mismos, en el budismo tibetano se denomina Tonglen, inter-cambiar, y una
forma de hacerlo es mediante la
respiración, al inhalar se recibe y al exhalar se da lo ya transformado.
Es probable que nunca sepamos el alcance de nuestro dar que también depende de nuestra
fortaleza y pureza de mente-corazón, pero en todo caso y sin esperar nada a
cambio podemos percibir, en forma instantánea a veces, una plenitud y una
cualidad o dimensión espiritual nunca experimentadas que pueden elevar nuestra
vida hasta alturas jamás imaginadas, y que además nos dan la certeza que
nuestra intención y entrega jamás se perderán, ni en esta vida ni después de la muerte.
Mientras no podamos ver que la ignorancia y el
sufrimiento de los demás son también los nuestros, tampoco podremos comprender,
valorar y menos incorporar el sentido del mensaje de Cristo “Ama a tu prójimo
como a ti mismo”.