5/6/13

Recibir y transformar

Cuando los modelos que tuvimos y/o tenemos ya no nos sirven como ejemplos para imitar, cuando la realidad parece haber  perdido su alma, tenemos que ser buscadores creativos y estar abiertos y sin pre-juicios para encontrar.

A falta de apertura y des-envolvimiento interior se manifiesta una fuerte tendencia, a menudo in-consciente, a repetir de adultos aquellas conductas que vivenciamos y que más nos marcaron de chicos, en esa etapa donde tanto necesitamos sentirnos amados, comprendidos y contenidos. Es así que muchos adultos no saben cómo o no pueden dar y además sufren y re-claman, como niños abandonados, el amor que entonces no recibieron. En esto esta  la raíz de la actitud de dar para conseguir afecto y de la agresividad ante el pánico de ser siempre rechazado y nunca amado ni comprendido.

En nuestro transitar por este mundo recibimos de todo, experimentamos situaciones agradables y otras injustas, a veces nos llegan palabras benevolentes, de re-conocimiento, y otras veces recibimos frases y actitudes groseras llenas de in-comprensión, odio y re-sentimiento; es la vida, ¿qué podemos hacer si ella es así? A pesar de las mejores intenciones no podemos controlar todo lo malo que nos viene de afuera, pero si podemos aprender a manejar y elevar todo aquello que sale de nosotros. Es lo que decía Cristo al afirmar: “Lo importante no es lo que entra por tu boca, sino lo que sale de ella”.

Hay quienes dirigen lo que consideran lo mejor de ellos mismos hacia un ser en especial, a veces puede ser una mascota o una flor, es una forma de sentirse vivos. Pero a veces sentimos una dicha o plenitud interior y no tenemos a alguien  hacia quien dirigirla, entonces lo mejor que podemos hacer es dedicarla a todos los seres sin distinción o a la Tierra y por qué no a las estrellas. 

Algo del centro del corazón  podemos darlo al viento que lo llevará, y no importa  de quien es si une lo lejano, a través del campo, las montañas y el mar y por sobre las tinieblas y todas las des-venturas.

Una sonrisa fresca junto a una mirada cómplice que dan un toque de atención, pueden hacer que se esfumen todos los miedos y las tensiones. En el Tao se habla de la importancia de dirigir una sonrisa a los órganos del cuerpo como herramienta para mantener el equilibrio, la armonía y la salud. En el Tai-chi se considera algo  esencial y primario que el propio organismo pueda confiar en nosotros.

Una vez afirmados el bienestar interior, el amor y la compasión, son  estados del ser y como tales en principio no dependen de factores exteriores. Amar a los demás es anhelar por sobre todas las cosas el bienestar y la realización plena del prójimo, trabajando en lo interior y lo exterior  para ello, y en verdad, ¿hasta dónde se puede ser feliz o exitoso sabiendo de tanto sufrimiento por doquier? La clásica frase "si no te amas a ti mismo no podrás amar a los demás" por cierto que conlleva una verdad, aunque  mal entendida da lugar a una trampa del ego: primero yo. Pero nunca consideramos la otra cara de la moneda como una gran verdad: si no podemos amar a los demás en verdad no nos amamos a nosotros mismos.

“Todos los sufrimientos, sin excepción, vienen del deseo de gozo para uno mismo, mientras que la budeidad perfecta nace del deseo de hacer felices a los demás; esta es la razón por la que cambiar por completo la felicidad propia por la de los demás es una práctica propia de bodhisattvas.” Dalai Lama

Por otro lado, de qué serviría  sumar más sufrimiento, el propio,  sentirse apenado o agobiado por el dolor y la ignorancia de los demás, si uno no está bien, centrado en el ser, es muy difícil poder ver una luz, una salida, ni para uno mismo ni para ayudar al prójimo. Pero hay un camino que consiste en  re-conocer e in-corporar el sufrimiento ajeno pero sin retenerlo, es decir pasarlo a través del corazón transformándolo, purificándolo, para luego de-volverlo como bienestar para todos los seres incluyendo, y en particular, a aquellos que más nos cuesta amar.

Además de las enseñanzas directas de los grandes maestros existen in-numerables desarrollos que amplían y se enfocan en determinados aspectos a veces muy abstractos, algo característico de nuestra época  Es tanto el conocimiento al cual se puede acceder que si se quisiera profundizar en cada aspecto no alcanzaría una vida para lograrlo. Sin embargo la gran paradoja es la ignorancia y la forma de vida limitada que subsisten.

Todo conocimiento para poder ayudarnos a comprender la vida, a elevarnos y abrir nuestra perspectiva es bueno si nos es útil, si lo llevamos a la práctica, no se trata de creer o no creer, la sabiduría consiste en vivenciar ese conocimiento, de poder ver lo que es. El Buda les decía a los monjes que no creyeran en sus enseñanzas simplemente porque era él quien las daba, sino que primero las experimentaran y comprobaran en sus propias vidas.

De todas las enseñanzas espirituales una de las más significativas y trascendentes, como la más elevada y concreta expresión de amor y compasión de Aquellos que la realizaron para ser derramada sobre toda la humanidad, es la de absorber, asumir, el sufrimiento humano para transformarlo y re-dirigirlo como energía de bienestar y liberación hacia todos los seres. Es una práctica tan sencilla y transparente como increíblemente profunda, aquí no hay misterios ni se requiere de una religión determinada, que puede cambiar el mundo.

Todos podemos hacer esta práctica sin miedos, pero no desde el ego  incapaz de ocuparse de otra cosa que no sea él mismo, sino desde lo más profundo del ser, en los momentos de introspección o durante la meditación y/o la oración. Con diferentes palabras Buda y el Cristo, como grandes ejemplos a seguir, lo enseñaron y lo realizaron en sí mismos, en el budismo tibetano se denomina Tonglen, inter-cambiar, y una forma de hacerlo es  mediante la respiración, al inhalar se recibe y al exhalar se da lo ya transformado.

Es probable que nunca sepamos el alcance  de nuestro dar que también depende de nuestra fortaleza y pureza de mente-corazón, pero en todo caso y sin esperar nada a cambio podemos percibir, en forma instantánea a veces, una plenitud y una cualidad o dimensión espiritual nunca experimentadas que pueden elevar nuestra vida hasta alturas jamás imaginadas, y que además nos dan la certeza que nuestra intención y entrega jamás se perderán, ni en esta vida ni después de la muerte.


Mientras no podamos ver que la ignorancia y el sufrimiento de los demás son también los nuestros, tampoco podremos comprender, valorar y menos incorporar el sentido del mensaje de Cristo “Ama a tu prójimo como a ti mismo”.