“No da igual qué senda tomemos. Hay un camino adecuado,
pero somos muy propensos, por descuido y estupidez, a elegir el erróneo. Nos
gustaría tomar ese buen camino, que nunca hemos emprendido en este mundo real y
que es símbolo perfecto del que desearíamos recorrer en el mundo ideal e
interior; y si a veces hallamos difícil elegir su dirección, es, sin dudas,
porque aún no tiene existencia clara en nuestra mente”. (Thoreau, Henry David,
en “Caminar”).
Existe una percepción común según la cual o se vive como un monje dedicándose por entero
a la contemplación, la meditación, el estudio y la vida espiritual o si no hay
que dedicarse de lleno a la familia, el trabajo y/o los negocios y la vida
mundana. La primera vocación de todo hombre debería
ser el crecimiento interior-espiritual, para eso estamos acá, pero no hay
caminos excluyentes cuando consideramos
que todo puede verse desde una perspectiva espiritual creando un nuevo y más
elevado estado de consciencia.
Y entonces todo en la vida, aun las cosas más sencillas, lo
haremos en armonía y en presencia plena, como en meditación, con y desde este estado del ser. Además y por
añadidura, de por si despertar y ampliar nuestro horizonte nos llevará a
alejarnos de las trivialidades, las ilusiones, la posesión y la codicia como
deseos nunca satisfechos y los apegos. Una vez consolidado semejante estado nos acompañará en la transición
después de la muerte y en la próxima encarnación como punto de partida. El
mismo Buda, a punto de llegar a la Iluminación, fue tentado por Mara hacia las riquezas y logros del mundo material y lo fue Jesús en el desierto por el Señor
Tenebroso.
El deseo irresistible de codiciar y gozar de las cosas del
mundo es una fuerza, como una sed in-saciable, que arrastramos de encarnaciones anteriores y aumentamos en ésta
(y que seguiremos llevando si no cortamos el lazo) y que se constituye en un
verdadero órgano de pensamientos que
determina una realidad psíquica que impide el fluir natural fruto de percibir
las cosas tal cual son. La consciencia que proviene del profundo
auto-conocimiento, la contemplación y la meditación es el mayor poder que posee
el hombre para conocer lo que es.
El despertar es una luz que hace visible la oscuridad,
como el resplandor del relámpago que puede destruir el templo mismo de las
creencias y las ilusiones. Sin embargo para muchos que ya creen poseer la
sabiduría, o mejor dicho sus egos pretenden
demostrar que la poseen, que piensan hay una sola manera de considerar la ciencia
y la vida en general la pregunta latente sigue siendo ¿Qué es o para qué sirve
el despertar?
La mayor ignorancia consiste en no saber que para el alma
existe algo más que la razón y el sentido de la vida cotidiana. Cuando los deberes
y las presiones sociales-laborales-familiares sumados a los deseos del ego son
una obsesión re-presentan todo el
universo, y así se llega a la pasividad e in-diferencia habituales por la
suerte del prójimo y del planeta. Aun quienes transitan un camino espiritual a
menudo manifiestan no tener su tiempo
individual para trabajar en sí mismos y
para llevar a la práctica cotidiana lo aprendido e incorporado.
Hay un miedo inherente, velado y negado, a tener que
soltar y perder innumerables actitudes, hábitos y pensamientos auto-matizados y
profundamente arraigados: después de todo es lo que nos enseñaron con su
ejemplo nuestros padres y educadores, es lo que todo el mundo hace y es bien
visto como un signo de madurez, progreso y adaptación social.
Así, mientras tanto pasan siglos y ahora estamos empezando
a vivenciar las consecuencias de la falta general de una consciencia ambiental y
de hábitos de vida y de producción consecuentes que generaron el cambio
climático ya irreversible y sus efectos en todo el planeta: el derretimiento
cada vez más rápido de los glaciares, en el Artico el deshielo es alarmante, el nivel del mar sigue aumentando igual que la
temperatura promedio del planeta, olas de calor y frio extremos, tormentas cada vez más intensas, etc.
Los cientos de especies extinguidas y las que están por
desaparecer, como el maravilloso oso polar, son hechos que a casi nadie
interesan ni ocupan, y para los especialistas es solo un dato más para las
estadísticas. Lo mismo ocurre con el hambre y la pobreza, las matanzas y los
genocidios.
Por otro lado a nivel mundial aumenta el cáncer, las enfermedades
y des-ordenes psíquicos, y el consumo de drogas y la violencia avanzan a pasos
agigantados en todos los niveles sociales. Nadie puede decir a ciencia cierta
cómo será nuestro planeta y la vida humana, sin ir muy lejos, en unos 50 años o
algo más pero las perspectivas no son nada buenas.
El ambiente somos y lo creamos nosotros, entonces… ¿Se
puede seguir cuestionando y/o ignorando para qué sirve el despertar de la consciencia? Y, además de
nosotros mismos, son aquellos a quienes decimos a los cuatro vientos que más
amamos, que son el sentido de nuestra vida y por los cuales nos sacrificamos, quienes más sufrirán en lo
in-mediato las consecuencias de nuestra ignorancia.
¿Cómo ver las cosas? ¿Acaso no hay hoy ningún progreso humano-espiritual? De
alguna manera a veces muy sutil siempre lo hay, la característica del hombre es crecer desde el caos. Ni pesimismo ni optimismo pero
los hechos gritan más fuerte que las palabras y no pueden ser sustituidos por
las interpretaciones. El ejemplo y la misión de todo verdadero maestro, en
cualquier campo, ha sido siempre y
será la de señalarnos aunque nos duela,
los aspectos que necesitamos trabajar y superar y que en general rechazamos o
no podemos ver, y no lo que quisiéramos escuchar sobre nuestras bondades.
Cuando las enseñanzas son transmitidas y recibidas en
forma directa de maestro a discípulo a través del tiempo, se fortalece la
tradición y se mantiene viva, como sucede en el budismo. De otra manera surgen
aparentes contradicciones y baches que dan lugar a distorsiones y malas
interpretaciones.
Se sucedieron durante siglos
interminables confrontaciones, disensiones, interpretaciones y persecuciones de
la teología cristiana que a través de los Concilios determinaron parches y
reformas de las Escrituras, se estima que existen actualmente unas 500
confesiones cristianas y 900 versiones
de la Biblia. Todo esto no ha hecho otra cosa que dar una imagen oscurecida de Cristo y confundir sus enseñanzas.
Hay que contemplar nuestro
entorno con un corazón compasivo para comprender que no basta con que hagamos
el bien a aquellos que nos hacen bien, ni que amemos solo a quienes nos aman.
Si esperamos que todo lo que damos nos será devuelto no lo damos por amor
in-condicional. Pero si damos sabiendo que nada nos será devuelto lo damos por el
verdadero amor que trasciende el yo, que vence al egoísmo y que se derrama como
fuerza sobre-abundante.
En las palabras hay poder, creativo o destructivo, aquello que sale de nosotros desde un corazón
rebosante de amor hacia todo lo que hay es uno de los supremos ideales del cristianismo, cuando se habla desde lo que en el corazón abunda y se derrama; en estas palabras vive y se manifiesta la fuerza del Verbo.
No se puede seguir
argumentando qué es el amor, hacen falta seres que expresen la fuerza viviente y
sanadora del amor como Fuerza Primordial y no como apego emocional. No alcanzan los discursos ni los buenos deseos como consejos de perfección, debemos pasar a la fase activa o realización de nuestra Trinidad.
Con sus distintas modalidades y emanaciones todo es mente,
pero el Universo no podría sostenerse y nada tendría sentido sin amor, algo que
muchos eruditos no tienen en cuenta en sus interpretaciones. Jamás podrá ser
comprendida plenamente ni la más sencilla enseñanza espiritual mientras se la
considere desde el pre-juicio de la razón, hoy más que nunca es imprescindible llevar la mente al corazón.
La redención del hombre solo es posible si éste
des-envuelve la sabiduría desde un
corazón puro, y expresa la fuerza
viviente del amor, sin esta última virtud celeste la humanidad no puede
progresar. Enseñar la sabiduría del amor y la compasión e infundirlas en el
corazón del hombre, fue la misión del
Buda para su época, El habló de las fuerzas interiores del hombre. Dar a la
humanidad la fuerza viva del amor como nuevo impulso que cura como médico del
cuerpo y del alma ha sido la misión de
Cristo.
No será antes que el amor y la compasión se constituyan en
fuerzas vivas expresadas por un número considerable de seres que se crearán así
las condiciones indispensables para que un nuevo Bodhisatva, el Maitreya-Buda,
encarne en la Tierra.
La evolución se da por etapas o épocas y para ello es
necesario que los seres posean hambre de recibir y/o re-conocer ciertos alimentos
espirituales. Hubo épocas en que el hombre requería recibir la sabiduría como las
revelaciones y las consignas morales, ejemplos son las Leyes del Sinaí y las profecías. El camino
que abrió Cristo, la semilla que plantó como Principio en el hombre, es el poder de unificar y armonizar la auto-consciencia, la auto-elevación y las fuerzas morales con el mundo exterior, con todo lo que hay.
Así como el arquitecto debe planificar su obra y para su
perfecta realización necesita contar con personal idóneo, en la evolución humana los obreros y la materia prima somos todos nosotros. Podemos
aprender el oficio y llegar a ser artistas creativos trabajando con sentido de
Unidad, pero también podemos negar el crecimiento interior y la evolución y apostar a la separatividad para finalmente quedar afuera de la Gran Obra pasando a una
esfera acorde a nuestra madurez; no es un castigo es una elección. La Voluntad Primordial como fuerza dadora de
vida es un impulso irrefrenable que genera la eterna evolución.
Para su misión el
Buda no contemplaba como un conocimiento
útil y necesario para el trabajo del despertar del hombre de esa época
introducir temas como el del origen del Universo, su causa, su génesis y su
sentido último. En el Tao solo se habla de Aquello que existe antes que el Cielo y la
Tierra. Cristo no habló del karma y la
re-encarnación, como sí lo hizo el Buda, pero incorporó en el sentir del hombre
los efectos de la ley universal de la compensación y dió la comprensión espiritual
del Dios del Universo y que todo lo que se encuentra en el hombre y en el mundo
tiene su origen y correspondencia en los cielos.
La actitud basada en la esperanza es el estado anímico en
el cual se vislumbra como posible lo que deseamos y que va de la mano de la fe,
más que en el esfuerzo de uno mismo, en algo o alguien exterior. Si bien se
asume una cuota de trabajo y responsabilidad individual frente a la vida, hay
una parte igual o mayor que es ajena, está dada, no depende de uno poder
modificarla. ¿Tal vez un 50 % de cada una? En la doctrina de la Iglesia Católica, es la virtud teologal
por la que se espera que Dios dé los bienes que ha prometido.
Pero hay otra actitud, la del esfuerzo propio y la fe como
confianza en uno mismo y en las
herramientas que nos fueron dadas para des-cubrir la naturaleza de la
realidad y elevarse hacia las mayores alturas posibles. No hay nada más alejado
en la concepción budista que la adoración
y/o dependencia de algo o
alguien, toda enseñanza debe ser puesta a prueba y experimentada en uno mismo.
En el libre albedrío cristiano y la posibilidad ilimitada de elevarnos se
manifiesta el amor del Padre.
Ni Cristo ni Buda crearon dogmas ni religiones, vinieron a ofrecer su corazón y a dar su infinito amor. Nunca parece ser suficientemente
comprendido: todo lo que hagamos por elevarnos, por buscar y expresar el bien y
la verdad es una conducta que beneficia a todos los seres, a la naturaleza y al planeta y como fuerza llega
a todos los rincones del Universo.
Puede parecer obvio pero en la realidad nunca lo es: si no
tuviéramos el potencial para realizar las más elevadas enseñanzas espirituales,
éstas y el trabajo de los Grandes Maestros no tendrían sentido. El mensaje es
muy claro para quien quiera comprenderlo: el esfuerzo es individual pero no
estamos solos, somos seres espirituales que vivimos y pertenecemos a un universo espiritual, el Cielo y una
multitud de seres amorosos dispuestos a ayudarnos nos contienen y esperan lo
mejor de nosotros.
Tal como refieren los Misterios de las tradiciones más
antiguas y la clarividencia espiritual el tránsito de la humanidad es monitoreado por la Gran Logia o
Fraternidad Espiritual compuesta por doce Bodhisatvas y un Gran
Ser del cual emana la Mayor Sabiduría. De manera que siempre contamos, por
medio de un sinnúmero de ayudantes,
de asistencia espiritual, ejemplos son las nuevas ideas y la inspiración
creativa.
Pero está en nosotros y solo en nosotros el esfuerzo de abrirnos, re-conocer y
seguir o no estas influencias, hacer que
nuestro camino por este mundo sea armonioso y amoroso o tortuoso y doloroso; respetar, amar y cuidar la naturaleza y el
planeta o por ignorancia, in-diferencia y/o codicia seguir contribuyendo a su
permanente deterioro.