31/5/12

Capitán de su corazón

Para el navegante a vela resulta una sensación muy agradable y una íntima satisfacción, difícil de transmitir, el experimentar el barco navegando en sus líneas: las velas adecuadas y tensadas correctamente, el canal de viento producido entre las velas y el twist (diferencia del ángulo superior de la mayor, que recibe más intensidad de viento, con la base) son ideales, el barco navegando en su línea de flotación y a la velocidad de la ola que produce, en fin al son de mar.

Cuando en navegación se pretende optimizar la maniobra para una situación dada, hay que contemplar los medios idóneos disponibles, el escenario real que se nos presenta y el capitán, que puede o no ser el timonel pero debe ser el que más sabe y en quien se deposita la mayor confianza y sabiduría  que  irradian hacia toda la tripulación. En definitiva es él quien decide y ordena la maniobra.

Por analogía podemos considerar nuestro cuerpo físico como el vehículo o medio con sus características propias, habilidades y tendencias, la vida en este mundo como el escenario de múltiples y diversas situaciones y  nuestra alma o yo espiritual como la guía, la luz que orienta y ordena el pensar, el sentir y el actuar.

Si contemplamos el organismo humano como el microcosmos, con los planetas y sus características e influencias representados por los órganos físicos, tal y como se considera en la ciencia espiritual más antigua, tenemos al corazón como nuestro Sol Central interior. Y entonces podemos decir que de alguna manera establecer el rumbo sosteniendo el equilibrio y la armonía en uno mismo y con el entorno es como ser el capitán que domina el timón-voluntad de su corazón.

5/5/12

Tribulaciones del yo


Si está desde hace tanto tiempo ya en el centro de las miradas y es motivo de estudio y re-flexión de escritores, filósofos, meditadores, pensadores, religiosos, etc. no es precisamente por sus conductas altruistas y/o compasivas. Tanto cayó su prestigio que muchos de los antes mencionados prefieren evitar nombrarlo como pronombre personal.

Y no es para menos, el egoísmo como desviación que llega a la degeneración del principio mismo del ego, es por definición  una imperfección del corazón y de la inteligencia, y el yoísmo en su acepción filosófica  la afirmación exagerada de la conciencia de la personalidad como ser racional y libre.

Ya sea que lo llamemos ego, yo o Yo Soy, es el ser in-dividual (que no puede dividirse o separarse) el que está como un sol o estrella en el centro de esta existencia manifestada tal y como la conocemos. La vida del ego como ser encarnado que debe afrontar in-numerables desafíos y posibilidades de crecimiento, es algo de gran valor y especial consideración, inclusive en relación a otras entidades no encarnadas.

Por lo común hacemos la distinción  entre un ego o yo verdadero, que se puede llamar nuestra esencia, y un yo que como personaje actúa representando un papel en el mundo a través de la personalidad. En un plano más elevado podemos considerar un Yo Superior como principio espiritual, aliento o soplo de vida, y un yo inferior relacionado con todo lo manifestado como físico-humano.

El yo relacionado con la personalidad es la materia prima de la psicología académica, y de toda disciplina enfocada en logros materiales, en cuanto a la adaptación y eficiencia social, familiar, laboral, de pareja, etc. Pero para la visión holística-espiritual todos los problemas del hombre, incluso la enfermedad, se originan en la des-conexión de la personalidad con el yo verdadero, nuestro ser interior.

Así, entonces podemos considerar al yo por un lado como principio latente en el hombre y por otro como entidad física-material y ambos con una característica o sentido y una misión que en algún momento es preciso unificar.

Desde el budismo se afirma que, después de muchos años de meditar los maestros, no han encontrado, no existe tal cosa como un yo ni nada que sea permanente, así no seria otra cosa que una ilusión, engaño o ficción, pero sí se admite la existencia y continuidad de la consciencia. Si se quiere como una paradoja, el budismo, al considerar el egoísmo, junto con la ignorancia, como las principales causas de sufrimiento, re-conoce la existencia de un ego.

La vida del buda histórico fue seguramente el más grande ejemplo de un ser que llegó a la iluminación valiéndose solo de sus propios medios, por su voluntad y perseverancia en buscar la verdad, el amor y la compasión para el bien de todos.

Desde otras corrientes espirituales como la antroposofía por ejemplo,  se sostiene la presencia de un yo que, como principio divino-espiritual fue infundido en el hombre y además lo diferencia claramente de los seres de los demás reinos al permitirle experimentar y evolucionar a partir de la consciencia de si mismo, de su entorno y de toda la existencia.

En el cristianismo, o dicho con propiedad en sus distintas iglesias y cultos, se suele afirmar que es posible salvar el problema del yo, se trata simplemente ya sea por ruego, revelación, canalización,  respuesta a una invocación o siguiendo al pie de la letra los textos bíblicos, de hacer lo que Dios (como un Dios personal) quiere o manda, lo que implica en la práctica la anulación del yo, de la capacidad propia de discernir, crecer y crear, de elegir y por supuesto equivocarse.

Como se supone que todo buen padre anhela para sus hijos: la independencia y la auto-afirmación en todos los aspectos de la vida, junto con el desarrollo interior; podemos entender como obvio, y por cierto que para muchos no lo es, que para Aquello que llamamos Dios o el Padre, su mayor alegría o satisfacción sería que nosotros, sus hijos, no necesitemos más  de El. Es decir que podamos desarrollar una consciencia moral y del si mismo a partir del propio esfuerzo y despertar.

Lo cierto es que desde la comprensión humana común todo lo que podamos decir sobre Dios, incluso lo que dicen los textos (se calculan unas 900 versiones de La Biblia, con sus respectivas manipulaciones e interpretaciones), eso no es Dios. El budismo, el taoísmo, el sufismo, etc. condenados al infierno por algunas ramas del cristianismo por no creer,  rechazan la visión de  una representación antropomórfica, de un padre o dios personal que concede o no, pero re-conocen un Principio Superior.

Como Principio  universal, lo Absoluto se encuentra en todo lo manifestado, entonces, podemos ver y encontrar Aquello tanto afuera como dentro nuestro. Si, pero hay una diferencia esencial, al buscarlo dentro nuestro podemos llegar a percibirlo como algo propio a desvelar y desarrollar, un impulso vital para volver a ser Uno con el Todo pero desde el trabajo individual.

La venida de Cristo a la Tierra produjo un punto de in-flexión en la evolución de la humanidad cerrando un ciclo: su predica basada en buscar Aquello en nuestro interior, estableciendo la simiente para la manifestación, si lo permitimos, del principio espiritual en cada uno, el Yo Soy, y de considerar a la verdadera familia como constituida por firmes e invisibles lazos de comunión espiritual y no por vínculos de sangre,  de razón social o doctrinaria.