Hay una intuición de orden superior, que nada tiene que ver
con las emociones ni la mente racional, que des-plegada, permite ver y
comprender lo esencial, in-visible a la percepción común. Vivenciar que hay
otros cielos, otros horizontes más allá de aquello
que nos muestran los sentidos ordinarios, y querer compartirlo, es una
profesión de amor y compasión.
Como una ley implícita, no escrita pero grabada en el
corazón, cuando encarna una verdad del
alma ya no se la puede ignorar, determina una visión y un compromiso con la propia vida y
con todo lo que hay.
¿Cómo ver más allá del horizonte que nos muestra el
pensamiento mecánico en un mundo de plástico? Puede parecer obvio, sin
embargo los hechos demuestran que no lo es, pero todo empieza por la perspectiva: el des-apego, la apertura y elevación
por sobre las contingencias, deseos y limitaciones de uno mismo nos da ya una visión y una comprensión cada
vez más amplias.
Así sea como investigación intelectual o incluso salud física, moral y mental, siempre es beneficioso salir de la propia
estructura de pensamiento para contemplar y considerar otros panoramas y
respirar nuevos aires. Y si queremos elevar en algo nuestra perspectiva debemos aceptar que hay cosas que no vemos, sabemos y/o no somos conscientes de ellas.
Se habla tanto de la consciencia y de ser consciente pero lo
cierto es que hay una gran ignorancia de su significado o sentido más profundo, de parte de la ciencia en general y del psicologismo en particular de buena parte de los llamados
médicos del alma.
Ser consciente, si, pero ¿de qué y para qué? Es un hecho que
el hombre común no es consciente de la mayoría de los actos de su vida
cotidiana, y si a veces parece despertar es
solo para obtener algún beneficio de ocasión.
El conocimiento profundo
del propio cuerpo físico, que se corresponde con el primer estado de
consciencia, su funcionamiento interno desde el punto de vista de las fuerzas
que actúan en él y como espejo del macro-cosmos
es aún para muchos algo muy distante.
Así también siempre habrá quienes consideran el sentido
espiritual lo esencial de todo lo vivido y lo único digno de ser re-cordado,
quienes re-conocen sus propias limitaciones y viéndose en el jardín de infantes
de su evolución trabajan por su anhelo de elevarse y crecer.
El despertar y la elevación de la consciencia, y el poder del
Verbo, junto con el conocimiento de las claves de aplicación de las leyes
naturales, de las energías del cielo y de la tierra, han sido siempre las
premisas principales de las Escuelas de Sabiduría, también llamadas de Misterios
o Iniciáticas.
La Sabiduría Primordial nos habla de siete estados de
consciencia vinculados con las siete etapas de desarrollo o madurez del hombre,
con los siete vórtices de energía o chacras que vibran en armonía con los siete
tonos musicales, los siete ciclos o rondas de nuestro planeta, los siete sellos…
los siete grados de iluminación…por solo nombrar unas pocas de las
in-numerables relaciones significativas.
Vislumbres o chispazos de verdadero amor motor del Universo y
característico del más elevado estado de consciencia (el séptimo
cielo), podemos vivenciar en lo cotidiano cuando trascendemos las preferencias
y diferencias del ego y experimentamos Unidad, y para volver a Ella es preciso
salir de la multitud o multiplicidad.
Sería equivalente a hacer consciente lo
in-consciente colectivo, es decir el conocimiento de Aquello que hay en todos
los reinos y que hace que en esencia todos seamos Uno con y ante el Todo, la
ciencia de los más elevados Magos (la raíz y el origen de mago y maestro es la
misma).
Un tal desarrollo de los niveles de consciencia no es un
saber teórico ni un dogma de fe ni la enseñanza de un maestro en particular, es
una de las in-numerables herramientas que nos confió el Universo para
conocernos a nosotros mismos y a todo lo demás.
Saber por cúal estado de consciencia estamos
transitando nos permite comprender por ejemplo el por qué de la afinidad, compatibilidad y/o rechazo con determinadas
personas en lugar de etiquetar todo en
términos de amor y des-amor. Podemos des-cubrir las causas y motivaciones ocultas
de nuestras conductas, de nuestro propio trabajo y hasta las distorsiones como posibles
causas de enfermedad.
Nos permite saber de nuestra
propia realidad presente:…”la consciencia
pura del instante presente es el auténtico Buda”
(Dudjom Rimpoché); dónde y cómo estamos interiormente y si en verdad queremos expandir nuestro horizonte y pintar otros cielos.