Un desafío para el buscador,
empujado por la voluntad que le da su visión y su corazón, es poder argumentar o fundamentar fácilmente aquello
que vislumbra, porque está más allá del pensamiento, la comprensión y las
costumbres vigentes, de ahí la in-utilidad de pretender convencer a alguien más.
Sus ideales no
rigen para la mayoría de los hombres, o en todo caso están demasiado envueltos,
que los consideran im-practicables y solo concebibles para un soñador.
Su anhelo supremo es el de libertad interior, de purificar y soltar
condicionamientos propios y ajenos basados en experiencias, creencias, dogmas, percepciones,
pre-juicios, etc. Algo que podría verse solo como un logro personal pero sin
embargo es la única base sólida para con-vivir en paz y realizar un mundo mejor, más amoroso,
compasivo y armonioso.
Para la Ciencia Espiritual toda enfermedad re-presenta una des-armonía de fuerzas en algún grado, como la falta de libertad interior.
Para la Ciencia Espiritual toda enfermedad re-presenta una des-armonía de fuerzas en algún grado, como la falta de libertad interior.
Si contemplamos, en lugar de destruir, las maravillas que
nos ofrece la naturaleza, la creatividad y las grandes obras de los hombres
divinamente inspirados nadie puede decir que la vida en si misma sea un castigo.
Pero a diferencia de la naturaleza que solo busca la armonía y el equilibrio, no piensa ni
deja de pensar, no cree ni des-cree, simplemente es, el hombre con su famoso libre albedrío, su poder de razonar y
su percepción ilusoria de la realidad que fomenta su perpetuo egoísmo, se
encarga por sí mismo de convertir la vida en un infierno.
¿Se puede decir que el Buda era pesimista, o veía la
realidad, por anunciar que la vida, tal cual la mayoría vive, está marcada por
el sufrimiento? Por otro lado sería incongruente suponer que un ser de Luz y
Sabiduría no viera que también en este mundo a las personas a veces les suceden
cosas buenas y trascendentes, como el Despertar por ejemplo.
Una persona atada
a todo tipo de condicionamientos no puede ayudar a otra persona también atada. Si
nuestra vida en la Tierra no estuviera afectada en gran medida, al punto de
observar por doquier la realidad de una inversión de los valores, por el dolor
y el sufrimiento ¿Cuál sería el motivo de la venida a nuestro planeta de los
Grandes Maestros y sus enseñanzas sino fuera para ayudarnos a liberarnos?
No se trata de ser optimista ni pesimista sino de ver lo que es a través de la luz clara de la
ecuanimidad. De nada sirve la negación, ni de lo bueno ni de lo malo, o mejor
dicho sirve para que nada cambie. No hay una única consciencia o despertar,
existen diferentes grados o estados de consciencia.
Desde mi lugar en el mundo puedo estar bien
anímicamente, pero no me es ajeno ni puedo ignorar por ejemplo los bombardeos
con armas químicas a civiles o que alguien incendie intencionalmente un bosque
quemando miles de hectáreas de árboles algunos milenarios. O puedo pensar que está todo bien y seguir la inercia de
una existencia aislada y encerrada en sí mismo, como si nada hubiera pasado.
La actitud más complaciente y negativa sería la de
creer que uno nada puede hacer. No se trata de sufrir o quedarse en la protesta
por lo que pasa sino de ver la
realidad de la existencia humana como un todo y desde esta visión profunda, y
como parte inter-dependiente de ese todo, surge la motivación interior de auto-purificarse
y crecer. La revolución humana empieza por uno mismo.
Lo cierto es que el equilibrio de fuerzas en nuestro
mundo y desde hace tiempo es muy in-estable y con fuerte tendencia al caos. Algo
que los Maestros vislumbraron hace mucho ya y a su manera, con infinito amor y
compasión por la humanidad, trataron de impedir o aunque sea amortiguar.
Pensar que hay un Plan, que el hombre y la humanidad
deben pasar inexorablemente por ciertas etapas oscuras de evolución no debiera
ser una excusa para resignarse pasivamente y dejarse arrastrar por la corriente
imperante de la ignorancia, no siendo entonces más que cómplices por acción u
omisión.
Ser irresponsable es no saber responder adecuadamente
a las demandas agresivas, egoístas, ilusorias, superficiales y anti-naturales
que el entorno nos presenta. Y en este sentido el problema no es solo, ni
depende de, la actitud de los demás sino de nuestra propia actitud o respuesta.
El mal, la violencia y la pérdida de valores esenciales no
surgen espontáneamente, de la nada, como la punta de un iceberg emergen de un
estado de consciencia, o mejor dicho de ausencia de ella, que subyace en las
profundidades de nuestra humanidad.