17/3/13

Un día en la vida II (los designios)



Aunque tenga que soltar tu mano,
nada podrá deshacer jamás
nuestros lazos…

Aunque te vele desde otra orilla,
lo que hagas, lo que te pase,
yo estaré contigo como antes;
aunque salgas a la deriva,
el estado de gracia, las fuerzas vivas,
volverán más rápido que puedas creer.

(Tantas bellas cosas, Francoise Hardy.)

En un tiempo muy lejano existió una inmensa sabiduría en la Tierra que fue compasivamente derramada para beneficio de toda la humanidad por entidades  o Jerarquías espirituales que luego se retiraron. ¿Y por qué nos dejaron, acaso nos abandonaron?

Su influencia ahora,  sin la presencia física,  menor o menos directa que antes, sigue existiendo desde el cosmos. Y el sentido profundo de este hecho trascendente no es otro que permitir que el hombre gane paulatinamente su independencia y libertad interior para concretar finalmente su auto-realización, y donde cada uno será su propio sacerdote-mago. El propósito es dejarnos Ser.

En sus inicios la Astrología, como ciencia sagrada, estudiaba la influencia de los planetas en el hombre desde los tonos en que vibran y las cualidades o fuerzas que poseen e irradian las distintas Jerarquías que habitan esos planetas y que antes estuvieron en la Tierra. En los dibujos y pinturas de los alquimistas todavía se puede ver como asociaban y representaban los antiguos a los planetas con determinadas entidades.

La oposición materia vs. espíritu carece de sentido si la observamos desde el centro del ser, cuando los maestros hablan del corazón del hombre se refieren a este centro, y entonces  re-conocemos que la materia fue moldeada por el espíritu, es su manifestación externa, y en este sentido lo material-natural (y no distorsionado o des-naturalizado) no puede ser malo, el tema es cómo, para qué, y desde donde lo usamos, o abusamos. Desde nuestro centro, Tai-chi o estado meditativo, o desde el ego.

La física cuántica ya demostró que una partícula que en un instante es energía, en otro momento puede ser materia; algo que desde hace eónes sabe la ciencia espiritual; material-visible o espiritual- invisible no son mas que términos relativos.

Por otra parte si reducimos nuestra vida a una existencia físico-material, como un cuerpo sin alma, “prisioneros del hábito finito de velos adictivos a los objetos”, no tendremos vuelo para  poder conversar con las estrellas; “la puerta es estrecha, pero del otro lado se encuentra el Infinito” Ohsawa.

En Occidente se percibe un alejamiento de las Escrituras  en lugar de aplicarlas  en la vida cotidiana ¿Acaso fueron mal interpretadas, in-comprendidas, o es la decadencia de este ciclo? En apariencia se puede ver como una combinación de causas in-terdependientes, en lo profundo todo espera un sentido.

Para un espíritu libre, por ejemplo dentro del catolicismo, cuesta mucho digerir la idea de un Dios colérico que castigaba sin piedad a los malos, como manifiesta el relato del Antiguo Testamento, y que nada tiene que ver con los principios  de amor y compasión.  “La resurrección del cuerpo físico es una superstición moderna en la cual no creyó jamás ninguno de los filósofos antiguos o verdaderos cristianos” (Paracelso en Paramir, Lib. II)

Hay quienes buscan señales, no quieren seguir las ideas religiosas convencionales y paternalistas de la iglesia y por otro lado en su intimidad sienten que hay algo profundo, un sello interior, para des-envolver, y aunque en principio su búsqueda es exterior, en el fondo se encuentran en un proceso, no consciente todavía, de prueba y error, de in-dividuación, de ser a través de su propia experiencia testimonio individual de la Verdad.

Cada vez más psicólogos, terapeutas y médicos re-conocen y ven en las emociones y pensamientos  fuerzas que pueden adquirir un carácter tenebroso (la enfermedad) cuando nos encuentran des-centrados, divididos o débiles en lo anímico-espiritual. El cuerpo no miente, demuestra y re-clama atención sobre nuestra verdadera realidad interior.

Surgen así infinidad de técnicas y tratamientos para tratar de controlar y armonizar estas energías. Pero lo que muchas veces los terapeutas, a pesar de llamarse holísticos y de su buena voluntad y conocimiento no consideran, es que no somos nuestras emociones y pensamientos sino que estos pertenecen a la forma transitoria. No se contemplan los principios y leyes espirituales.

El  truco de los maestros de todos los tiempos es precisamente no identificarse y menos apegarse a esas fuerzas egoicas. No se trata de controlarlas o re-primirlas sino de estar atento y observar cuando aparecen para soltarlas. Por cierto que cuando perduran y se convierten en obsesivas es necesario canalizarlas y/o transformarlas.

Un vegetariano consumado que ama a los animales y sufre por la violencia hacia ellos y un fiel religioso orando por la paz, ambos con ira re-primida, a pesar de las apariencias nutrirán sus cuerpos y sus mentes con odio y violencia.

No hay nada que no esté incluido en la mente: “Sus nombres son in-contables en varios contextos: la mente-realidad; el ego; la ausencia de ego; la sabiduría trascendente; la naturaleza de Buda; el Gran Sello, el Cimiento, etc.” “¡Te guste o no, observa tu mente! Tu propia mente es el infinito Cuerpo de la Verdad”. (Padma Sambava en El Credo Tibetano del Morir y del Renacer).

Las emociones son otra forma de actividad mental como respuesta a un estímulo. Los yoguis practicaban la auto-reparación energética, sabían cómo dirigirse a la mente de las células para modificar  y/o re-establecer el equilibrio y la salud de los distintos órganos y/o funciones del cuerpo.

De conversaciones con los seres elementales de la naturaleza se advierte que estos demuestran inquietud ya que las entidades espirituales que los rigen lentamente se irán retirando, y la responsabilidad de su dirección quedará finalmente en manos de los hombres; una relación que fue íntima y mágica en épocas muy lejanas.

Así, la vida del ser humano es un transitar entre el determinismo o condicionamiento y la libertad interior,pero siempre de acuerdo a las Leyes.La tendencia evolutiva, como un orden natural, y el devenir espiritual, como fue la venida del Cristo a la Tierra, demuestran un proceso donde el hombre una vez Universal, libre de dogmas, mandamientos e interpretaciones caprichosas, finalmente experimentará por sí mismo y en sí mismo los principios y las verdades  más elevadas.





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