La frase no hay nada que buscar
es una verdad absoluta. Pero en nuestro plano relativo de existencia cuando se
está des-orientado, directamente a la deriva o cuando las des-ilusiones y el
sufrimiento que provocan el ego nos impulsan a conocer una realidad más elevada
no hay otra salida que buscar. Y ¿Qué buscar? ¿En qué puerta hay que tocar, qué camino hay que seguir?
Hay personas que disfrutan de una vida material muy cómoda, viven en
lugares que uno podría asociar con el paraíso pero permanecen in-satisfechas y atormentadas por
sus problemas. Si ni siquiera somos conscientes de nuestra propia realidad no
podemos contemplar la posibilidad de una verdadera transformación.
Por mucho que nos deleitemos y reconozcamos el valor de las nobles verdades
de las Escrituras y los Maestros, en definitiva la verdad es qué y cómo somos
nosotros, qué pensamos y sentimos y cómo lo manifestamos y vivenciamos en la
vida diaria y en relación con todo lo demás. ¿Somos tolerantes, ecuánimes,
amorosos y compasivos o rencorosos, coléricos y vivimos pendientes y abrumados por nuestros propios
intereses personales-egoístas?
Se puede ser muy sincero pero eso no significa estar en lo cierto. Desde
su lugar, la filosofía, la política, la religión, etc. muchos pretenden cambiar
el mundo tratando de convencer a los demás que su camino es la única verdad.
Pero lo que la mayoría de estas personas, generalmente con buenas intenciones, olvidan o des-conocen es que es igual o más difícil cambiar uno mismo que cambiar al mundo. En otras palabras todo cambio empieza siempre por uno mismo, no existen los cambios interiores por decreto.
Pero lo que la mayoría de estas personas, generalmente con buenas intenciones, olvidan o des-conocen es que es igual o más difícil cambiar uno mismo que cambiar al mundo. En otras palabras todo cambio empieza siempre por uno mismo, no existen los cambios interiores por decreto.
La búsqueda suele consistir en encontrar un método, una fórmula mágica,
que nos permita acceder a los seres más elevados para pedirles así la bendición
del propio orden y dejar de sufrir el
caos mundanal.
Pero no basta con pedir, rezar y esperar, otra vez, todo empieza por uno mismo y nuestros actos: si somos libres, si purificamos el cuerpo y la mente, soltamos condicionamientos y vivimos en paz y armonía con todo lo que hay, es entonces cuando las fuerzas del universo nos asistirán y nos seguirán y no al revés.
Pero no basta con pedir, rezar y esperar, otra vez, todo empieza por uno mismo y nuestros actos: si somos libres, si purificamos el cuerpo y la mente, soltamos condicionamientos y vivimos en paz y armonía con todo lo que hay, es entonces cuando las fuerzas del universo nos asistirán y nos seguirán y no al revés.
No-buscar, no-hacer y no-ser son características del hombre despierto y
realizado, el Hombre Verdadero: olvidándose de sí mismo se hace uno con la
Existencia, no hace nada que no esté en armonía con el Orden Cósmico y entonces
no busca ni necesita nada porque lo tiene todo.
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