18/4/12

Sol de noche ( las lámparas mágicas)



Desde los albores de la humanidad existe, por transmisión y/o intuición, el culto al sol, el fuego, la luz y el rayo. El sol  físico, visible, como dador de calor y luz sostenedores de la vida o como dios personal o antropomórfico y su adoración, no eran ni son, para los Iniciados,  el único ni principal motivo del culto. Existe otro Sol, invisible, morada de las entidades espirituales más elevadas.

En la tradición esotérica la Luz que proviene del Sol espiritual, llamado Gran Sol Central, el alma del sol físico, es la que derrama sabiduría e ilumina al Iniciado en los Misterios de la existencia, Cristo es un Iniciado Solar de la misma Escuela que los Budas y Bhodisattvas.

Esta Luz espiritual, que el hombre común niega o no re-conoce, llega a todas partes y atraviesa cualquier cosa que se le interponga, sean paredes o planetas, a tal punto que el sabio o iniciado puede ver el sol en sus pies, como lo atestiguan las imágenes alquímicas alusivas donde se puede ver a un mago parado sobre un disco solar.

Hubo una antigüedad donde uno de los principales símbolos de la sabiduría, transmitida por  la luz sagrada y eterna, era representada por la llama de las lámparas perennes. Los sacerdotes-magos del templo tenían el arte y el conocimiento para construir lámparas que ardían por años sin que se necesitara alimentarlas.

En la mayoría de los casos, dice el investigador Hargrave Jennigs, se apagaban o se rompían misteriosamente en cuanto eran retiradas de sus moradas. “Se sabe que los romanos mantuvieron lámparas en sus sepulcros durante años por medio de la oleaginosidad del oro, relacionado con el misterio de los Rosacruces, y convertido por medios alquímicos en substancia liquida.”

“Una de estas lámparas, que había estado encendida por 120 años, fue encontrada en la tumba de Christian Rosencreutz. En las ruinas de un monasterio, en la época de Enrique VIII, se encontró una lámpara ardiendo en una tumba desde el siglo III D.C., o sea cerca de 1200 años.”

Dos de estas lámparas pueden verse en el Museo de Rarezas de Leyden, en Holanda. “Una  lámpara ardiente fue encontrada durante el papado de Pablo III en la tumba de Tullia hija de Cicerón, que había estado cerrada durante 1550 años.”

“Apuleyo, cuando fue iniciado en los Misterios, pudo ver el Sol de Medianoche, las cámaras del templo estaban brillantemente iluminadas, aunque no había en ellas lámpara alguna.”

H.P. Blavastky reveló fórmulas para construir estas lámparas, ella misma vió una, construida por un discípulo de las artes herméticas, que había estado ardiendo sin combustible visible durante seis años anteriores a la publicación de sus libros.

Los Lamas magos del Tíbet iluminaban sus moradas mediante una esfera fosforescente de color blanco verdoso, regulable en intensidad según disponían los Lamas hasta no quedar más que una chispa que ardía por siempre.

Todo aquel que anhela sincera y profundamente y rema por una elevación general de la conciencia humana seguramente en algún momento se habrá preguntado ¿por qué no elevar esa conciencia a través de la vibración de la Luz espiritual?, sería tan distinto…

Últimamente sabemos de canalizadores de mensajes angélicos que hablan de una próxima elevación o ajuste de la frecuencia vibratoria humana que vendría  relacionada con el fin del presente ciclo, calculado por mayas y egipcios. ¿Quién sabe como para dudar o negar estas afirmaciones? En todo caso, ¡Bienvenida sea!

Sin embargo  la evolución de la conciencia humana para una época o ciclo dado, nunca será igual y la misma para todos. En un lejano futuro, en términos humanos, relativos, una buena parte de la humanidad llegará hasta alturas espirituales hoy in-imaginables, pero una parte que no acompañará la corriente de crecimiento quedará in-evitablemente re-trasada y pasará a una esfera acorde a su evolución, esa es la Ley.

En el paso, a veces catastrófico, de un ciclo evolutivo a otro siempre hubo y habrá un grupo adelantado de seres que fueron y serán la simiente de un nuevo amanecer.

Enseñar las claves para la elevación del hombre a través del conocimiento de si mismo ha sido el trabajo de sabios y maestros a lo largo de todas las edades. El cuerpo del hombre considerado como templo vivo a imagen del Cosmos ha sido la inspiración para la construcción de santuarios e iglesias, y los procesos que en él se desarrollan son análogos a los iniciáticos. Los procesos físicos y biológicos son similares a los del desarrollo espiritual. Por algo el cuerpo físico y la vida del discípulo se van sutilizando y afinando cada vez más en orden a su desarrollo espiritual y al nuevo ser que vendrá.


Bibliografía: “Melquisedec y el misterio del fuego”, Manly P.Hall; “Isis sin Velo”, H.P. Blavatsky; “Símbolos y Números Ocultos”, Rudolf Steiner.


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