“La Luz brilla en las tinieblas, pero las tinieblas no la
recibieron” (Evangelio de San Juan)
Es un rasgo de conducta por lo menos significativo, y
bastante común para quien pueda percibirlo, no ya la actitud de negar hechos
contundentes o bien ni siquiera conocidos, sino de cambiarlos, adaptarlos, para
que encajen en la estructura de pensamiento o realidad propia o ajena y que se da tanto en el hombre común como en el científico académico.
Negar o distorsionar algo es una manera de rechazar lo
que de otra manera seria in-soportable, pero también implica una actitud de
impedir el desarrollo de otros puntos de vista necesarios para poder llegar a
una visión equidistante, creativa y más elevada.
Si bien vivimos en un mundo de dualidades y por lo
tanto todo es variable; en nuestro tiempo todo parece ser etiquetado como
relativo pero en un sentido de des-calificación, con tendencia a la
des-consideración y cuando no al des-precio y la negación por la percepción ajena.
Toda relatividad puede ser fundamentada mediante la
racionalización, para ser finalmente justificada o negada. Incluso los principios
espirituales tradicionales son cuestionados, pero una cosa son los
principios mismos y su práctica consciente y otra muy distinta el opinar sobre
ellos o interpretarlos caprichosamente.
Se considera que el pensamiento hace uso de la razón y
la inteligencia, pero ¿cómo y para qué? Podemos citar como ejemplos al científico
o al médico que crean nuevos métodos, menos cruentos, para enfrentar la
enfermedad y aliviar el dolor, o al gran escritor; pero es evidente que también
para realizar un gran acto de corrupción es necesario pensarlo muy bien y hay
quienes manejan a la perfección su inteligencia para mentir y/o alcanzar fines
egoístas.
Pensar es opinar, creer, juzgar, imaginar, soñar y
también proyectar en los demás. Y entonces, ¿Cuál es, dónde está la realidad?
Se la define como sinónimo de la objetividad y la verdad, tal vez sería más
apropiado designarla como la misma existencia. Sin embargo la física cuántica
ya demostró que la tan preciada objetividad no existe, es una falacia; y en términos
de pensamientos humanos precisamente no hay verdades absolutas. Lo absoluto
esta en un plano superior a lo físico-humano.
Así hay quienes sostienen que no tendría sentido buscar la
verdad porque en definitiva no existe, solo sería filosofía pura, dogma o teoría,
pero ¿qué verdad? Por cierto que si se trata de verdades humanas, parciales, seria
un trabajo que a pesar de su valor creativo y buena intención, solo llevaría a
nuevas verdades relativas o distintas
formas de verlas. Por otra parte el hombre no habría
avanzado nada si no se hubiera hecho permanentemente preguntas.
La única forma de salir de este laberinto es empezar a
aceptar, comprender con la mente y el corazón, y ejercitar en la vida diaria,
no solo en el templo y en el discurso, la sabiduría de las verdades
espirituales, porque solo ellas pueden trascender la ignorancia y todas las
limitaciones del ego para re-solver los problemas de la contingencia humana. No
en vano Cristo decía “Yo soy la verdad y la vida”, “Quien tenga oídos para oír
que oiga”.
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