12/7/11

La oposición y los principios

 “El acuerdo obtenido en un dominio particular, al margen de los principios, será siempre eminentemente inestable y precario, y mucho más semejante a una combinación diplomática que a un verdadero entendimiento”. René Guenón




A medida que nos alejamos y perdemos de vista  la unidad de los Principios,  llamados valores, a la manera de los bienes negociables, cada vez más nos afirmamos en la oposición y los contrarios como extremos irreconciliables. Cuanto más salvaje o in-tolerante sea esa oposición más des-equilibrio, des-unión, re-sentimiento, odio y sufrimiento producen, tarde o temprano en quien la ejerce, y en los demás.

Y no es otro que el yoísmo el que introduce por todas partes este ánimo de oposición y discusión: se trata de tener razón siempre y agregar además una dosis de proselitismo. En este sentido no es exagerado considerar como mínimo, una continuidad general de la distorsión y/o inversión de los Principios, una tendencia  que define al presente ciclo.

Cuando hablamos de los Principios nos referimos a los principios espirituales universales, que no pertenecen a una doctrina, filosofía o religión en particular sino que en su origen y esencia las contiene a todas;  una guía para la convivencia en paz y armonía entre los hombres y con el Todo. 


En tanto que la palabra valores, tan utilizada como caprichosamente interpretada, por su ambigüedad se puede referir a una multiplicidad de aspectos contingentes o relativos: morales, culturales, sociales, religiosos, etc. En las mejores condiciones, los valores serían aplicaciones prácticas de los Principios.


La actividad humana, desde el pensamiento puro hasta llegar a la tarea más sencilla, no puede, no es igual en todos ni en todas partes, existen características, disposiciones individuales y formas de ver distintas. En el fondo la percepción de oposición es aparente si consideramos que es imposible realizar por igual y al mismo tiempo, en esta vida, en este  mundo y dimensión, todas las posibilidades inherentes al ser humano.


Un ejemplo revelador de las distintas maneras de percibir una misma cosa se da en el taller de arte, donde todos los alumnos, principiantes y adelantados, dibujan un modelo, y finalmente no hay dos que lo hagan igual, y sucede también a veces que ningún trabajo se parece realmente al modelo.


Por cierto que vivimos en un mundo de dualidad, la existencia se manifiesta así: fuerzas distintas pero en equilibrio son necesarias;  si podemos elevarnos y considerar los opuestos como complementarios y conciliarlos, como la manera armónica y real en que funciona el universo, ya nos ubicamos en una perspectiva más amplia y verdadera.


La actitud de oposición irreductible surge como re-acción y se potencia  cuando se trata  de imponer una creencia, sistema, modelo o punto de vista particular, del ego, como si fuera una verdad absoluta. Cuando en realidad nunca es más que una percepción humana parcial, relativa y limitada, y que como tal no tiene en cuenta los Principios  fundamentales que son la esencia, aquello que da un sentido profundo o trascendente a toda la existencia, y lo único que puede llevarnos a la  unión, la compasión, la comprensión y la aceptación de las diferencias.

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