2/2/11

La meditación III

Saber por qué sufrimos, no tener que depender de la voluntad de otros para alegrarnos, no permitir que las palabras llenas de odio nos hieran, dejar que los hechos del mundo exterior nos afecten solo en la medida que nosotros lo permitimos, desarrollar nuevas energías y perspectivas para enfrentar el trabajo y la vida cotidiana, calma y serenidad para aceptar lo in-aceptable, en fin, ser dueño de uno mismo y no esclavo de algo o alguien exterior, son algunos beneficios de la meditación o reflexión contemplativa. ¿No son ya éstas muy buenas razones para ejercitarla?

Hay elementos, como el sonido y los cristales, que favorecen el aquietamiento y la concentración  y nos ayudan para  armonizarnos y conectar con nuestros aspectos internos superiores. Así por ejemplo podemos meditar escuchando el sonido sagrado de un cuenco tibetano. 


La programación neuro-linguística utiliza una herramienta básica de la meditación: consiste en visualizar una situación o actitud personal del pasado pero viéndola en perspectiva, como un espectador desde afuera, viéndose a si mismo como un “extraño”, para así poder comprender y sanar hechos de un pasado que hoy nos sigue afectando.

Sin duda hay métodos que pueden ser muy útiles usados en la forma correcta y de acuerdo a las disposiciones y aspiraciones individuales, pero nada reemplaza el discernimiento y el profundo conocimiento de si mismo como la base o cimiento de todo crecimiento interior y desarrollo espiritual ulterior.

La práctica de la meditación lleva a una auto-disciplina que se resuelve en la intimidad de cada uno y luego, paulatinamente, se manifiesta en todos los aspectos de la vida: la “recta visión, el recto pensar, la recta conducta”, etc., tal como enseñó el Buda en el sendero de ocho pasos. Pero, y además, la auto-reflexión va creando cierta in-dependencia, conocimiento y confianza en uno mismo que ya no hace imprescindible el contacto  permanente con un maestro y con unas enseñanzas.

Hay muchos cristianos que parecen ignorar los beneficios de la meditación, y otros directamente la rechazan de plano porque no está  en los Evangelios, y entonces no es de Dios, y aunque para algunos pueda parecer increíble, no falta la visión fanática del seudo-profeta que describe al Buda meditando en el infierno.

Por cierto que en los Evangelios no se la menciona explícitamente, igual que muchas  cosas que dijo e hizo Cristo: “Para lo cual no alcanzarían todos los libros del mundo”. Sin embargo, mirando con los ojos abiertos podemos encontrar  mensajes implícitos. 


Cuando El nos dice que busquemos “El Reino de Dios en nuestro interior”, ¿No está aludiendo precisa y directamente a la introspección o mirada interior? ¿Y no  era ya  la meditación una buena disciplina para des-envolver nuestro ser divino interior? En otro pasaje El nos cuestiona: ¿”Por qué miras la paja en el ojo ajeno y no ves la viga en el tuyo”? ¿No es acaso una clara invitación  para, en lugar de criticar y juzgar al prójimo, profundizar en el conocimiento de uno mismo?

Solo saliendo de nuestros respectivos compartimientos estancos podremos comprender que las distintas entidades espirituales que encarnaron en la Tierra como Maestros para transmitirnos su amor, su compasión y sabiduría, pertenecen a una sola Gran Fraternidad Espiritual que vela por nuestra evolución. 


Y entonces, más que buscar contradicciones o diferencias, deberíamos tratar de encontrar cómo se complementan, se unen y se potencian las diferentes doctrinas o verdades, la investigación espiritual y la meditación unidas son excelentes herramientas para lograrlo.

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