6/5/09

La fe y la confianza


La fe y la confianza son fenómenos muy interesantes, porque sus beneficios son muy personales. Son muchas las bendiciones que podemos recibir si tenemos fe en un principio o en una persona. Este es un punto que los tibetanos suelen ilustrar con la historia de un anciano llamado Kongpo Ben, un hombre muy sencillo y que tenía una gran fe, qué llegó de una región conocida como Kongpo, ubicada en el sureste del Tibet.

Ben había oído hablar mucho de Jowo Rinpoche, el Señor Precioso de Lhasa, una de las estatuas más sagradas e importantes de todo el Tibet, que se halla en un templo conocido como Jokhang (es decir la Casa del Señor) y que representa al Buda Sakyamuni cuando era un joven príncipe. Ben no estaba muy seguro de si se trataba de de un dios o de un hombre, pero estaba decidido a verle con sus propios ojos, de modo que, un buen día, se calzó las botas, tomó su mochila y su bastón, y emprendió un largo viaje en el que invirtió muchas semanas desde el sureste del Tibet hasta Lhasa, la capital, ubicada en el Tibet central.

Una vez allí, se enteró del camino para llegar al Jokhang y, cuando llegó frente a la hermosa estatua sonriente del Buda, se acercó y le dijo: “Estoy muy contento de estar aquí, he oído hablar mucho de usted y me alegro mucho de verle”. Luego sonrió y saludó a la estatua, que, a su vez, le sonrió amablemente.

Como Ben estaba hambriento y sediento después de tan largo viaje, miró a su alrededor y al ver, frente a la imágen, una mesa llena de lámparas votivas de mantequilla y de pasteles que habían sido ofrecidos al santuario, pensó: “¡Vaya, qué amabilidad la de quienes han dejado aquí todo esto para que se alimente el Señor Precioso y sus visitantes!”. Luego tomó uno de los pasteles y, mojándolo en una de las lámparas de mantequilla, se lo comió sin dejar de contemplar a la estatua, que seguía sonriéndole amablemente. Entonces pensó: "¡Que lama más bondadoso!"

Cuando hubo saciado su hambre y su sed, dijo: “Me pregunto si podría usted cuidar mis cosas mientras voy a hacer una rápida circunvalación del templo, en señal de respeto, luego me marcharé”.
La estatua respondió: “Sí”, y nuestro hombre se quitó sus viejas y embarradas botas, puso la mochila y el bastón frente a la imagen y se dispuso a dar la vuelta.

Mientras Ben estaba circunvalando aquel gran edificio, llegó el vigilante encargado de custodiar el santuario y se horrorizó al ver que alguien había desordenado las ofrendas y había dejado sus sucias botas al pie de la estatua, y se indignó tanto que las tomó, y cuando estaba a punto de tirarlas, escuchó la voz de la estatua diciéndole: “Kongpo Ben me ha pedido que se las cuidara. ¡Déjalas ahí¡”.

Kongpo Ben tenía una gran fe y pasó varios días en Lhasa visitando al Señor Precioso y hablando con él. Cuando estaba a punto de regresar a casa, le dijo: “¿Por qué no vienes a visitarme durante la época de la cosecha? Tengo un campo de cebada y podría preparar harina de cebada y cerveza. Tengo un amigo que también sacrificaría un cerdo y haríamos un gran banquete. Sería muy feliz si pudiera recibirte como mereces”. Después de que la estatua respondiera afirmativamente, Ben emprendió el largo camino de regreso.

Cuando finalmente Ben llegó a su hogar, su esposa le recibió preguntándole si había logrado su objetivo, a lo que éste respondió: “¡Oh, sí! He conocido al Señor Precioso. Es un lama tan bondadoso que le he invitado a que nos visite el noveno mes, de modo que tendré que prepararme para recibir a tan honorable visitante”.

Al acercarse el noveno mes, Ben dijo a su esposa: “Permanece muy atenta cada vez que salgas por si ves algún indicio de que se acerca alguien muy especial”. Un buen día, su mujer fue a buscar agua al río y, al advertir que este resplandecía como si el sol brillara en su interior, pensó: “¡Es él!”.Entonces regresó corriendo a casa y dijo a su esposo: “Creo que ya ha llegado, porque he ido al río y brillaba como nunca”. Al escucharla, su esposo le dijo que calentase agua para el té y salió corriendo en dirección al río.

Cuando Ben vio en el rió la imágen del Señor Precioso, creyó que estaba ahogándose y se lanzó de cabeza y, después de rescatarla, tuvo con él una amable conversación. Ben cargó entonces con el Señor Precioso y, cuando llegaron a cierta curva en la que había una gran roca, le dijo: “No te visitaré”, disolviéndose luego en la superficie de la roca.

Actualmente hay dos lugares de peregrinación en el sureste del Tibet, uno de ellos es una roca en la que puede observarse la imágen del Buda y el otro es una forma del Buda que también puede advertirse en cierto río, dos lugares hoy en día muy visitados a los que se conoce como el Señor Agua y el Señor Roca. Así fue como la fe en algo elevado y noble de Kongpo Ben propició las bendiciones y los beneficios.


Fundamentos del Budismo Tibetano”; Kalu Rinpoche.