2/3/11

La Ley de la Paradoja


“El mundo es y no es. No se puede decir que es porque en efecto cada cosa aparece y desaparece, no se puede decir que no es porque algo se percibe. El fenómeno universal no es irreal o no existente, de hecho, para el soñador el sueño es real y solo cuando despierte podrá decir que ha experimentado un simple movimiento aparente, privado de realidad absoluta. Dicho de otro modo, el sueño es un grado de verdad que puede ser contradicho por otro grado de verdad y anulado por un tercero.” (La esencia del Vedanta, Sri Samkararcaya)

Los Rishis en la India decían: "para llegar a lo divino - espiritual más elevado, hay que considerar como ilusión todo cuanto en el mundo circundante se presenta a los sentidos exteriores; hay que volver los ojos de ese mundo, fijando la mirada a la propia interioridad; así se revelará un mundo distinto del que conocemos".

No así Zoroastro en la antigua Persia, quien no consideraba como ilusión el mundo exte­rior, sino que sostuvo que esa ilusión es, en realidad, la manifestación, la vestidura real de la existencia divino-espiritual, de la cual no debemos volver los ojos; por el contrario, debemos estudiarla y reconocer en lo externo de la luz solar el plexo en que teje y vive Ahura Mazdao.

Las palabras de Jesús, tan simples como iluminadoras, nos dicen que: “El mundo es como un puente, crúzalo, pero no construyas tú hogar en él”. El puente como símbolo metafísico, al igual que el Pontífice, el arco iris o puente celeste y el chacra del corazón, aluden a la comunicación y la unión entre el Cielo y la Tierra. Como viajeros que estamos de paso por este mundo,  la mejor manera de transitar por un sendero muchas veces áspero y agobiante es ir ligero de equipaje, es decir no vivir ni cargar con  las ilusiones del mundo.

Cristo también nos dice: “Vivimos en este mundo, pero no somos de este mundo”, de una forma tan increíblemente simple como precisa y profunda, resume la esencia de todo el conocimiento espiritual del mundo, son verdades absolutas.

Cada corriente espiritual tiene un origen y un sentido muy precisos que obedecen a las necesidades y anhelos del alma del hombre en cada época, lugar y estado de evolución. Para comprender sus causas y sus efectos sobre el todo es preciso elevarse por sobre cada doctrina en particular.

Desde la visión de lo Absoluto el mundo y el Universo son irreales e ilusorios en cuanto están sujetos al cambio y el movimiento permanente,  son transitorios y relativos y por lo tanto in-substanciales. Mientras que para nosotros, seres humanos que vivimos y experimentamos alegría, amor, dolor, trabajo, tristeza, enfermedad y todas las situaciones de la vida, el mundo es muy real. Así, el mundo es y no es, es real e irreal. Todo depende de la perspectiva.

Cuando el hombre obtiene cierta sabiduría ya no puede ignorar eso que sabe, de lo contrario su vida se vería llena de contradicciones y desequilibrios. Se puede engañar a otros pero uno no puede engañarse a si mismo. Y entonces, como humanos sujetos a todo tipo de contingencias ¿cómo conciliar en la vida diaria las dos perspectivas sin enloquecer en el intento?

Esta es la gran paradoja, y por cierto no es la única, que se le presenta a todo buscador sincero y profundo de la verdad, los herméticos la llaman La Ley de la Paradoja o Paradoja Divina, y que es posible re-conciliar.

Poder re-conocer las cosas del mundo como una realidad relativa, dual, contingente, ilusoria o  in-substancial y en consecuencia  no identificarse con ellas para no ser dominado y absorbido por las tentaciones y el sufrimiento, no es lo mismo que negarlas, ignorarlas, maldecirlas o reprimirlas, porque ¿de qué serviría negar la existencia de un sueño que experimentamos como real? o negar la realidad de todo lo creado. Por algo nacimos y vivimos en este mundo y si no ¿qué sentido tendría nuestra experiencia en la Tierra?

No aferrarse al mundo no es abstenerse de expresar amor y compasión por miedo a quedar pegado. Ni tampoco implica la sumisión o ciega subordinación a un poder superior, que sería el otro extremo de la balanza, argumentada por unas condiciones  de in-significancia ante el universo, debilidad y culpabilidad del hombre que nació en pecado.

Si bien el apego suele serla causa  principal del egoísmo creador de sufrimiento, como un valioso ejemplo a seguir, el Buda histórico, luego de practicar el más riguroso ascetismo eligió seguir el camino medio: no apegarse al No-apego. Y después de su Iluminación siguió difundiendo sus enseñanzas, no evadiéndose de la existencia hasta su muerte.

La antigua sabiduría espiritual hermética nos enseña precisamente que: la transmutación de lo inferior en superior y no la negación es la clave y el método  de los Maestros, Magos y Alquimistas.

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